Redacción Gestión

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Política Macroeconómica. Mientras el conteo (no tan rápido) de la ONPE mantiene al país en vilo, es momento de pensar en otro tipo de cuentas, cuyo manejo requerirá del nuevo Gobierno mucha más prudencia y serenidad de la que hoy nos piden los representantes de Peruanos Por el Kambio y Fuerza Popular. Nos referimos a las cuentas fiscales, cuya estabilidad es requisito necesario para que el Perú siga siendo considerado un país macroeconómicamente ordenado y confiable.

Hasta el momento, el manejo de las cuentas fiscales ha contribuido a fortalecer los fundamentos económicos del país, tanto que el Perú fue capaz de capear dos crisis de magnitud global que se trajeron abajo a muchos otros países: la financiera del 2008 –el PBI se resintió el 2009, pero no se contrajo–, y la de los commodities, que causó el enfriamiento del que nos estamos recuperando –con la excepción de la manufactura–.

Es por ello que el manejo macroeconómico tiene que mantener la cautela, pues nadie puede predecir con total certidumbre cuándo y qué fuerte será el próximo bache económico mundial. Y si bien el actual Gobierno hizo bien en aplicar una política fiscal contracíclica, pues había que evitar una recesión, quien le suceda no tendrá que profundizarla con un aumento exagerado del gasto.

El Credit Suisse y el BNP Paribas ya han alertado que hay propuestas que si se aplicarán en el próximo gobierno pueden generar un mayor déficit fiscal y un aumento del endeudamiento, con lo cual habría un riesgo de que la calificación crediticia del país pueda bajar. Por lo pronto, este año la recaudación fiscal, descontando la devolución de impuestos, apenas va a crecer 0.3%.

Lo que la economía necesita es alcanzar su expansión potencial (4.5%) y, para lograrlo, se requiere la aplicación de políticas de promoción de inversiones en infraestructura, que incluya la aceleración de los trámites, así como en otros sectores que ofrecen retornos interesantes como la forestería, el turismo en nuevas zonas y las exportaciones de productos premium. La tentación de gastar más estará presente, sobre todo para tratar de cumplir las promesas electorales, pero el ganador tendrá que buscar formas más inteligentes de honrarlas y evitar que la estabilidad fiscal se vea afectada. La inversión privada no se sentirá atraída si el desorden se apodera de nuestras cuentas y fundamentos macroeconómicos.