Redacción Gestión

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CUMBRE DE LAS AMÉRICAS. El presidente estadounidense, Barack Obama, goza de una opinión más favorable entre los cubanos que los hermanos Fidel y Raúl Castro. También el papa Francisco –quien fue el mediador en el acercamiento entre ambos gobiernos–, según una encuesta encargada por The Washington Post, lo que demuestra que tras más de cinco décadas de laicismo obligatorio, la Perla del Caribe mantiene la fe.

Y la esperada foto entre Obama y el menor de los Castro dándose la mano será la más difundida este fin de semana, cuando se encuentren en la VII Cumbre de las Américas, que hoy se inicia en Panamá y que por primera vez reúne a todos los países del continente. Nada más elocuente para justificar el título de la reunión: "Prosperidad con equidad: el desafío de cooperación en las Américas", pues busca que los países estrechen lazos en medio de la diversidad (política, económica, social, étnica, cultural e ideológica).

Esta nueva oportunidad de diálogo es imperdible y aunque a algunos gobiernos les provoque escozor, quizá marque el fin del discurso antiimperialista y el inicio de conversaciones que marquen pautas de cómo los jefes de Estado de un continente abordan sus problemas comunes con seriedad y plantean soluciones que benefician a todos. Aunque suene algo romántico, recordemos que hace tan solo seis meses era impensable que Cuba y Estados Unidos restablecieran sus relaciones diplomáticas.

Hay tantas dificultades que afrontar, como la corrupción en los países de Sudamérica, la violencia provocada por el narcotráfico en Centroamérica o la situación de los migrantes en Estados Unidos, además de las amenazas del terrorismo fundamentalista e incluso el impacto del pacto nuclear que las potencias negocian con Irán –y que el líder religioso de este país acaba de enfriar con sus declaraciones–, que lo más sensato sería hacerlo de manera coordinada, porque de una forma u otra afectan a todo el continente.

Como bonus, el presidente Ollanta Humala podría sacar algunas lecciones sobre cómo hasta los más enconados antagonistas pueden sentarse a conversar cuando el objetivo final es el bien común