CORRUPCIÓN PRESIDENCIAL. Alejandro Toledo ascendió al poder flameando la bandera de la lucha contra la corrupción. Aunque su buena estrella comenzó a eclipsarse pronto desde que asumió la Presidencia –en julio del 2001–,­ el descenso de su popularidad se debió a su conducta, impropia de un gobernante. En ese entonces, eran muy pocos quienes creían que además de disoluto y mitómano, también enfrentaría acusaciones de corrupción.

Es innegable que las repercusiones del destape del fin de semana –Odebrecht le entregó a Toledo US$ 20 millones para ganar la licitación de dos tramos de la Carretera Interoceánica– alcanzarán a muchos, pues la opinión pública, además de sentirse más decepcionada y desconfiada de lo que ya está de los políticos, se preguntará: "¿quién sigue?".

Es que los pecados de un expresidente no hacen santos a los demás. Las revelaciones del caso Lava Jato indican que Odebrecht pagó coimas a autoridades de tres gobiernos sucesivos (los de Toledo, Alan García y Ollanta Humala). De hecho, ya se han realizado detenciones de exfuncionarios del régimen aprista. Y según IDL Reporteros, la empresa brasileña ganó más contratos durante el régimen de Fujimori que durante los que están siendo investigados.

Considerando que el presidente Kuczynski fue un estrecho colaborador de Toledo (como premier y ministro de Economía), lo mismo que el actual premier, Fernando Zavala (viceministro y luego ministro de Economía), la postura de ambos tendrá que ser de una abierta colaboración con las investigaciones. Esa será la única forma en que podrán despejar las dudas que surjan sobre ellos.

Lo peligroso de autoerigirse en reserva moral de la nación es que cuando se ignoran las lecciones del pasado, se sucumbe a las tentaciones que el poder despliega. Toledo ahora está pagando sus acciones. Dependerá de la Fiscalía y el Poder Judicial que verán el caso mantener un trabajo independiente, evitar las presiones del Congreso y replicar la profesionalidad que al respecto está mostrando la justicia brasileña.

Es lamentable y vergonzoso que todos los expresidentes vivos del Perú estén siendo investigados o que ya hayan sido procesados y condenados. No aprendimos las lecciones del siglo pasado y, en lo que va del presente, seguimos desaprobados.