Redacción Gestión

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PULSO PERÚ. A pesar de que el Perú lleva más de dos décadas basando el crecimiento de su PBI en la iniciativa privada, aún una parte de la ciudadanía continúa creyendo que el Estado tiene que tener una participación activa en la economía. No estamos hablando de su rol como regulador del mercado o de la distribución del ingreso –que sí son funciones que le corresponden–, sino como un competidor más.

La última encuesta Pulso Perú presenta tres preguntas en las que se observa la preferencia por "papá Gobierno". En la primera, el 37% considera que lo más importante para reactivar la economía es impulsar la inversión pública (el 24% apuesta por la privada y el 34%, por ambas). Lo cierto es que la inversión privada es cuatro veces mayor que la pública, según cifras publicadas por el BCR, de modo que su revitalización tendría mayor impacto.

La segunda pregunta que evidencia la idea de un Estado gerencial es la oposición del 66% a una hipotética privatización de Petroperú, la empresa que es claro ejemplo de que los gobiernos no son buenos administradores de negocios. Si bien el presidente electo Pedro Pablo Kuczynski ha descartado la venta de la petrolera, sí ha anunciado su reorganización, aunque no ha mencionado qué se hará para modernizar el oleoducto, cuyos constantes derrames han empeorado la situación de la empresa.

Por último, el deseo de la mayoría es que el sector público se encargue de sus pensiones: el 57% opina que debe crearse una "AFP del Estado". Suponemos que tienen en mente una entidad que administre cuentas de jubilación individuales y se encargue de darles rentabilidad, pues ya existe una entidad estatal que maneja fondos de pensiones (la ONP), pero no lo hace como las AFP privadas. Reestructurarla sería una tarea titánica y quizás por ello este asunto no figure en el debate político.

La posición estatista de un gran porcentaje de la población entra en contradicción con el 71% de respaldo a la reducción del IGV –una promesa de campaña de PPK–. Se quiere un Estado que invierta para reactivar la economía y que administre hidrocarburos y pensiones, pero al mismo tiempo se apoya una posible reducción de los ingresos fiscales. Está visto que los peruanos todavía no estamos preparados para desprendernos de una mentalidad que debería estar más obsoleta que el oleoducto.