Redacción Gestión

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PERSPECTIVA. El vigésimo Índice de Libertad Económica que elabora , en asociación con The Wall Street Journal, coloca al Perú en el puesto 47 entre 178 países en el rango denominado "moderadamente libre", justo a mitad de camino entre las economías libres y las reprimidas. Como ha ocurrido con otros rankings que miden el desempeño económico, nuestro país ha perdido posiciones: en el 2013 se ubicó en el puesto 44 y con un índice mayor (68.2 versus el 67.4 otorgado este año).

Más allá de estos números, el diagnóstico de la evaluación es alarmante, pues incide en una deficiencia que ninguno de los gobiernos en los últimos veinte años ha podido –o querido– atacar. Se trata de la , que está minando las posibilidades de un desarrollo económico de largo plazo y ralentizando la transición hacia una libertad económica mayor. También se hace hincapié en la corrupción y para aumentar nuestro bochorno, informa que decenas de congresistas se encuentran bajo investigación por prácticas reñidas con la ley.

El tampoco se salva de las críticas, pues ni siquiera un análisis menos exhaustivo podría pasar por alto las ineficiencias, los escándalos y el letargo administrativo que plagan los juzgados y fiscalías a lo largo y ancho del territorio nacional. En vista de que las mejoras en el campo institucional tardan años en materializarse, posiblemente el índice del 2015 no registrará un avance significativo –crucemos los dedos para no seguir cayendo.

El índice también mide la situación del mercado laboral desde el punto de vista de la regulación, señalando que esta sigue evolucionando, pero más lentamente que en otros países. Al respecto, un estudio del (BID) revela que los sobrecostos laborales en el Perú, que representan una carga de 59% para las empresas, figuran entre los más altos de América Latina.

Si bien las empresas grandes pueden hacer frente a este problema, son las medianas y pequeñas las que pasan apuros. Un país que busca mejorar su libertad económica no puede darse el lujo de perjudicar a las unidades productivas, que sustentan la creación de empleos, con la rigidez de las normas laborales. Ya es hora de cambiar esa mentalidad.