Redacción Gestión

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MÁXIMA PRIORIDAD. Las autoridades del Gobierno han adquirido una extraordinaria experiencia en minimizar problemas y suelen justificar su inacción para enfrentarlos con una simple palabra: "percepción". Todavía no la sacan a relucir cuando se habla del fenómeno de que azotará las costas del país en el otoño –o sea, dentro de unas semanas–, pero esperamos sinceramente que cuando el diluvio inunde ciudades costeñas, y los huaicos arrasen poblados y cultivos en la sierra, no nos digan que se trata de una percepción.

Hasta ahora, han escogido una palabra menos controversial: "leve", que seguramente les otorga cierta tranquilidad, pese a que la historia reciente nos ha dado muchas lecciones acerca de la magnitud de esa anomalía climática, como ocurrió en 1997-1998. Nadie estuvo preparado para enfrentar ese cataclismo porque de entonces también comunicó la levedad que El Niño presentaría. El resultado: Piura, Chiclayo y Tumbes convertidas en lodazales e Ica transformada en una Venecia sin glamour, además de millones de dólares perdidos.

Aunque no se produzcan los destrozos de antaño, lo que realmente percibimos es que en el Gobierno no están tomando en serio el problema. Si bien los analistas están discutiendo sobre los posibles daños económicos –la anchoveta se retiraría en busca de aguas más frías y muchos cultivos verían afectados sus atributos organolépticos–, se están dejando de lado las consecuencias sociales.

Es que El Niño no solo arruina sembríos y carreteras, sino que trae consigo enfermedades caracterizadas por su rápido contagio. No hemos oído a ningún funcionario de los ministerios de Salud o de la Mujer (y poblaciones vulnerables) referirse al tema. Del Ministerio de Educación tampoco sabemos nada relacionado con medidas para reducir la fragilidad de la infraestructura en las zonas que serán afectadas por el trastorno climático –lo más probable es que lo único que se decrete sea la suspensión de clases–.

De los gobiernos regionales y municipales se espera menos. Es que estarán muy concentrados en sus campañas de reelección, de modo que se limitarán a culpar al Gobierno Nacional por no haber limpiado ríos y acequias, y a prometer inversiones para rehabilitar lo que El Niño malogró. Esta visión puede parecer pesimista, pero la falta de prevención es peor.