Redacción Gestión

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CONFLICTO. Ya van más de tres semanas desde que el Ejercito israelí comenzó la operación "Barrera Protectora" en la franja de Gaza y, más allá de los temporales ceses de fuego –el último aceptado por ambas partes para permitir ayuda humanitaria-, no se vislumbra ninguna señal de calma en el corto plazo, sobre todo si Netanyahu insiste en el objetivo de desarmar completamente a Hamas, un objetivo que solo puede cumplirse con una presencia prolongada de tropas israelíes y que, necesariamente, traerá consigo mayores tragedias. Hasta hoy, 1400 palestinos y 60 israelíes han muerto.

Pero lo que es todavía más irrespetuoso con las víctimas de este conflicto es que ninguno de los dos bandos tiene cómo salir victorioso de esta guerra. Hamas no solo resultará debilitado militarmente después del enfrentamiento sino que tendrá que ingeniárselas para reemplazar el complejo sistema de túneles que había desarrollado para contrabandear armas desde Egipto e ingresar a territorio israelí. Israel, por su parte, está perdiendo apoyo internacional (notablemente, las relaciones con su aliado más importante están en uno de sus puntos más bajos), lo cual disminuirá su capacidad de negociación en el futuro. Peor aún, la destrucción y proporción de víctimas civiles en la Franja de Gaza está radicalizando a la población moderada y acercándola a Hamas también en Cisjordania mientras que la lluvia de cohetes en ciudades israelíes está teniendo un efecto similar ahí, donde la derecha se ha fortalecido en los últimos años.

Es decir, no solo los respectivos gobiernos están encargándose de perpetuar el statu quo –una opción que no es del interés de nadie- sino que incluso están ensanchando la brecha entre las dos poblaciones y, por ende, socavando las posibilidades futuras de paz.

Dependiendo de a quien se le pregunte, el origen del conflicto puede remontarse a la Guerra de los Seis Días, cuando Israel ocupó Gaza y Cisjordania, a la Independencia de Israel, cuando fue parcialmente invadida por todos sus vecinos, o incluso a los tiempos bíblicos. Sin embargo, lo que está claro es que la única solución incluye a dos Estados que se reconocen coexistiendo en paz.