Redacción Gestión

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Candidatos presidenciales. Esta semana, los aspirantes a la Presidencia aprovecharon el foro convocado por para atacar a sus contendores, pero también para hacer propuestas sobre cómo piensan combatir la corrupción de llegar a ser Gobierno.

Algunos de los planteamientos fueron, por ejemplo, terminar con la inmunidad parlamentaria, reducir los trámites en el Estado, contar con contralorías autónomas, crear la Procuraduría General del Estado, establecer la imprescriptibilidad de los delitos de corrupción y cancelar los contratos (o prohibir el ingreso al país) a las empresas involucradas en casos de corrupción.

Todos parecen coincidir en el gran daño que le causa la corrupción al país y el grave problema, no solo penal y económico que puede representar sino sobre todo moral y ético.

Por unos minutos, hicieron pensar que realmente se puede esperar un cambio a futuro. Sin embargo, las propuestas planteadas no están enteramente en manos de un presidente, requieren, en muchos casos, de proyectos que deben ser aprobados en el Congreso y a pesar de que varios de los candidatos cuentan con representantes en el Parlamento actual, al parecer, no están dispuestos a presentar iniciativas sobre la materia en la presente legislatura.

¿Si se trata de temas tan importantes que afectan la ética y la moral, por qué esperar hasta el próximo Gobierno, por qué no dar los primeros pasos desde ahora? Lamentablemente, muchos de los pretendientes del sillón de Pizarro no contarían con las cualidades morales necesarias para tratar de atacar seriamente la corrupción.

Las sospechas sobre la falta de ética personal no son solo una característica de los candidatos que, de alguna u otra forma, ya han estado vinculados al Gobierno, García, Fujimori o Toledo, por citar algunos, sino también de los nuevos, como Acuña, quien está siendo investigado por la Universidad Complutense de Madrid por un presunto plagio en su tesis de doctorado.

En un país tolerante con sin duda estas acusaciones tal vez pueden no afectar una candidatura, sin embargo, si el próximo presidente no tiene la calidad moral necesaria no podrá liderar la lucha contra la corrupción.