CONTRALORÍA. La labor de la Contraloría General de la República, desde su creación en 1929, siempre ha estado en el ojo de la tormenta ya sea porque se consideraba que sus acciones, en más de un caso, paralizaban a la administración pública por el temor que generaban o porque muchos pedían que estuviera presente en toda acción que realizara el Gobierno de turno.

Con el cambio del modelo económico en los últimos 25 años una de las ideas que se vendió fue que a menos regulación del Estado habría menos posibilidad de corrupción, y con ello menos necesidad de control. Sin embargo, la realidad ha demostrado que no necesariamente ocurre así, y no solo por los problemas de los últimos 5 años, sino por los que existen desde antes del Gobierno de Humala. Los defensores de esta idea consideran que el error fue no culminar la desregulación de la década de los 90, pero esa afirmación no es suficiente para explicar el problema.

¿Qué hacer? En primer lugar, evitar regresar hacia el otro extremo: el de las fiscalizaciones interminables. Más bien se necesita contar con un sistema eficiente que, sin paralizar el accionar del Estado, se asegure que actúa de manera transparente y cumpliendo la ley. En ese sentido, la decisión aprobada ayer por el Congreso para que la Contraloría revise previamente todos los proyectos de Obras por Impuestos no necesariamente sería el mejor camino.

La labor de control debe establecer claramente las responsabilidades y hacer que estas no queden únicamente en las bases de la pirámide. Además se tienen que sancionar las faltas reiteradas, para asegurar que los malos elementos realmente dejen de trabajar en el Estado, pues muchas veces la estabilidad laboral del sector público termina siendo la mejor defensa de los corruptos.

Asimismo, se requiere un trabajo más afinado al interior de la Contraloría para medir el nivel de incumplimiento detectado y darle el peso exacto dependiendo de la gravedad del hecho. Además, tendrá que asumir su responsabilidad en caso de que un proyecto cuente con su visto bueno previo y luego se descubran irregularidades.

Toda crisis es una oportunidad, pero las decisiones que se tomen deben ser analizadas con cuidado para no actuar solo por reacción, teniendo siempre presente que a veces el remedio puede ser peor que la enfermedad.