Sector eléctrico. (Foto: GEC)
Sector eléctrico. (Foto: GEC)

Economista y catedrático

1. Los peruanos deberíamos haber aprendido que las distorsiones generadas por regulaciones específicas para promover un sector, una región o una tecnología, tienen efectos no anticipados y, muchas veces, no deseados. Aunque usualmente estas normas se diseñan como mecanismos temporales, terminan haciéndose permanentes. Los grupos beneficiados por ellas se encargan de que esto sea así –contratando un ejército de lobbistas–, mientras que los que pagan el costo muchas veces ni siquiera son conscientes de que están siendo perjudicados.

2. Veamos el caso del sector eléctrico, donde desde hace más de 12 años se vienen resolviendo problemas de corto plazo con la aprobación de normas que introducen distorsiones y, para mitigar sus efectos, se introducen normas adicionales, que a su vez generan más distorsiones: el costo marginal idealizado del 2008 –cuya vigencia se prolongó por nueve años–, las normativas especiales para promover la instalación de plantas a gas natural, la prohibición temporal de construcción de proyectos hidroeléctricos, luego de esto las subastas de hidroeléctricas y de plantas de reserva fría con tarifas especiales, la subasta del Nodo Sur, las subastas de proyectos de (RER) con subsidios que debemos pagar todos los usuarios, entre muchos otros.

3. Así, sin darnos cuenta, con la introducción de parches y más parches, fuimos construyendo un Frankenstein, cuya paternidad nadie quiere reconocer. Pero seamos justos, para aprovechar los recursos de Camisea debíamos crear rápidamente un mercado totalmente nuevo: el del gas natural. Esto requería de medidas extraordinarias, pero estas debieron ser temporales. Algunas de ellas lo fueron –como la prohibición de construcción de nuevas hidroeléctricas–, pero otras se prolongaron innecesariamente en el tiempo, imponiéndonos así un costo muy alto. El ejemplo más notorio es el de la declaración de precios del gas que hacen las termoeléctricas.

4. Para promover la instalación de generadoras a gas, se permitió que las plantas declarasen el costo variable del gas que desearan. Aunque esto podía debilitar el esquema marginalista (donde los que despachan energía con aquellos con menor costo variable, es decir, las más eficientes), tenía el efecto de reducir la percepción de riesgo para el inversionista y durante muchos años no generó problemas. La situación cambió a partir del 2015. Muchas empresas declaran un costo irreal del gas que ha llevado a que el precio en el mercado spot se derrumbe sin que esto beneficie a la mayoría de consumidores, sino solo a unos cientos de grandes usuarios y, sobre todo, a unas pocas empresas generadoras que se convirtieron en gigantescas comercializadoras, aprovechando su posición de dominio en el mercado. Paradójicamente, entre las empresas que más pierden están las generadoras más eficientes, mientras que los usuarios regulados (hogares y pequeños negocios) terminamos pagando un millonario subsidio a las RER. De hecho, pagamos más del doble que los grandes usuarios mineros e industriales. Un subsidio cruzado, ¡pero de los chiquitos a los grandotes!

5. Pero el tema no termina allí. Lo que estamos haciendo con la prolongación de esta situación absurda y paradójica es que no fomentamos el desarrollo de energías limpias en el país. Si se eliminase esta distorsión, la expansión del sistema estaría liderada por la instalación de plantas eólicas y solares, sin necesidad de subsidio alguno. Esto es un imperativo para el crecimiento energético de bajo en carbono del Perú.

6. La buena noticia: hace pocos días, el Osinergmin publicó un proyecto de resolución que corrige esta distorsión y facilitará el desarrollo de energías limpias en el país. ¡Enhorabuena!.