Carla Olivieri
Carla Olivieri

Por: Carla Olivieri, Rectora y CEO de UCAL

Siempre me consideré una buena ciudadana: dejo pasar a los peatones, pago mis impuestos, obedezco las leyes.

Sin embargo, a raíz de la CADE de Educación 2019, cuya temática gira en torno a cómo la educación contribuye al desarrollo de personas libres, con principios y valores democráticos y sentido de pertenencia a una comunidad global, dispuestas a asumir responsabilidades para el bien común, he investigado mucho sobre el tema y me he dado cuenta que no soy tan buena ciudadana como pensaba.

Ser un buen ciudadano con valores democráticos va mucho más allá del quehacer cívico. En países totalitarios encontramos personas que, al igual que yo, dejan pasar a los peatones, obedecen la ley y valoran la honestidad.

Ser un buen ciudadano requiere más de nosotros; y temo que estamos olvidando su esencia. Partamos por revisar el concepto de democracia.

Básicamente, es un sistema creado sobre el respeto máximo de la dignidad y libertad de las personas, cimentado en la justicia y la verdad. Es más que un sistema legal o de reglas. Es un modo de vida que requiere un sentido de responsabilidad y especialmente un compromiso moral a través de nuestra participación activa en las decisiones y el rumbo del país, pensando siempre en el bien común.

Para que una democracia funcione, se requiere situaciones de conflicto; choques, debate y mucha discusión. La democracia valora el desacuerdo y es un sistema donde una actitud de “sí señor” es tremendamente perjudicial.

Sin embargo, ¿qué está pasando? El país está totalmente polarizado – lo cual no está mal – estar en desacuerdo es sumamente saludable, en lo que estamos fallando es en cómo lo expresamos. Lo centramos en pasiones personales o bandos reinados principalmente por el hígado en lugar de la cabeza y como consecuencia, olvidamos el propósito principal del desacuerdo que es llegar a propuestas con el bien común como principal objetivo de una sociedad.

La polarización es saludable cuando una opinión contraria es producto de investigación, análisis de los diferentes puntos de vista, procesamiento y una conclusión personal.

Hoy, prácticamente no hacemos análisis; leemos un titular o un tweet, automáticamente activamos el hígado y emitimos una opinión. Eso, es tóxico.

No sólo es tóxico, sino que, como individuos, perdemos poder. Ese poder que la democracia le otorga al ciudadano, lo perdemos generando una dependencia en los medios y en los que están en el poder.

Como ciudadanos tenemos la responsabilidad de expresar nuestro desacuerdo por el bien común – pero expresarlo con respeto y bien informados – con ambos puntos de vista; no sólo el que me gusta escuchar.

Debemos desintoxicarnos para retomar el sendero de la democracia y nuestro rol como buenos ciudadanos. Reflexionemos sobre situaciones tóxicas como estas:

1. Me gusta opinar y conversar sobre temas de coyuntura pero ¿realmente investigo y analizo puntos de vista? O ¿me cuelgo de algún comentario que escuché en twitter o algún titular o artículo que leí?

2. Leo, sigo y me rodeo de personas que solamente piensan como yo. ¿Lo hago porque estoy premiando escuchar o leer lo que quiero escuchar o leer? ¿No quiero leer o escuchar puntos contrarios a los míos y entrar en el debate?

3. Si ha sucedido que dejo de ver amigos porque piensan diferente; igualmente, ¿es una salida fácil para evitar hacer el trabajo de realmente conocer y entender su punto de vista contrario al mío? ¿Es porque no estoy dispuesto a ceder? O ¿es que me da flojera investigar e informarme para opinar?

Luego de esta “reflexión-detox” necesito incorporar algunos ejercicios para vivir en “modo democrático”:

1. Si tengo algo que decir, no debo quedarme callado. Tengo que hacerlo siempre que esté bien informado, haya realizado un análisis de todos los puntos de vista y sacado mi propia conclusión.

2. Si soy educador debo generar espacios para fomentar la discusión y la práctica del “desacuerdo educado”. Esto incluye reclutar profesores con diversidad de pensamiento. Se ha visto casos de casas de estudio que desisten de docentes porque tienen inclinaciones políticas diferentes a las de las autoridades académicas.

3. Lo mismo en el entorno laboral; valorar la diversidad de personas al momento de reclutar y las diferencias de opinión sin juzgar a las personas.

4. En casa también. Debemos tener mucho cuidado de lo que escuchan nuestros hijos. Si nos escuchan comentar sobre coyuntura porque leímos algo en algún titular o tweet, sin profundizar, ¿qué ejemplo le estamos dando? Demos el ejemplo de cómo analizamos los diferentes puntos de vista para que ellos también practiquen la empatía y la justicia.

5. Si mis amigos opinan diferente a mí, no debo correrme de la discusión. Debo hacer dos cosas: primero sustentar bien mi punto de vista y ser empático para entender el de ellos. Segundo, jamás confundir un desacuerdo o conflicto de puntos de vista con una amenaza a la amistad o desvaloración de la persona; son dos cosas separadas.

En momentos como el actual, es importante que reflexionemos sobre nuestra actitud y nuestro rol como ciudadanos e incorporar en nuestras vidas andar en “modo democrático”.

¿Por qué debemos practicar ciudadanía para preservar los valores democráticos? Porque es nuestra responsabilidad moral hacerlo y el no hacerlo es perder nuestra libertad.