Por Enrique Castillo, periodista.

A pesar de los pocos días que han pasado desde que el nuevo presidente tomó las riendas de este Gobierno de transición, algunas preocupaciones han empezado a generarse, sobre todo porque se va mostrando una distancia entre lo que se dice y lo que se hace.

El actual presidente asumió sus nuevas funciones con un discurso que generó expectativa por su espíritu convocantes, abierto, inclusivo políticamente, y -sobre todo- crítico de las confrontaciones permanentes entre el Ejecutivo y el Legislativo.

El ánimo con el que leía e improvisaba su discurso parecía un bálsamo en medio de un ambiente de tanta crisis. Este talante fue reconocido por todos los sectores, y daba pie a pensar una transición al estilo Paniagua, guardando las distancias.

Sin embargo, muy rápidamente se han dado algunas señales que han generado preocupación en distintos sectores. Una primera crítica es que la composición del Gabinete no fue todo lo plural y abierta que había prometido, y que reflejaba una tendencia política definida, y un soporte político del partido del presidente. Es lógico que el presidente recurra a su gente de confianza para gobernar, pero generó una expectativa distinta.

Otra señal pasó casi desapercibida. El día de la juramentación del Gabinete no juró quien había sido llamado por el presidente para asumir la cartera de Energía y Minas, a pesar de haber estado en Palacio con su fajín en la mano. Se habló de presiones al presidente para desembarcar al convocado a Palacio. Finalmente, tuvimos una inusual juramentación posterior en solitario de quien ahora es titular del MEM.

Luego vinieron las poco claras versiones sobre la reforma constitucional. Se dejaban para el próximo Gobierno las evaluaciones sobre esta reforma, pero se habló también de la necesidad de hacer cambios. No pero sí.

Inmediatamente llegó lo de los cambios en la Policía. El mismo presidente había dicho un día antes que no había que reestructurar a la Policía sino fortalecerla. Y, de pronto, un sorpresivo Mensaje a la Nación del presidente, con gesto adusto y un tono desconocido en él –muy diferente al convocante de pocos días antes– anunció cambios importantes, que han sido muy cuestionados, y que han dividido nuevamente al país entre los que apoyan esta reestructuración, y los que señalan que se ha maltratado a una institución que algunas semanas atrás había sido felicitada y aplaudida. Esto, incluso, ha llevado a un enfrentamiento público entre los generales que pasaron al retiro y el ministro del Interior, a través de duras cartas de renuncia y discursos con reproches. ¿Por qué el presidente desde el comienzo no anunció la reestructuración entonces?

Lo que pasa en el Partido Morado tampoco ayuda al presidente. El que deje que se use su nombre –¿la renuncia del presidente no sirve de nada?– solo para ganar unas elecciones internas sabiendo que no podrá postular, no concuerda con su promesa de transparencia e imparcialidad en el proceso electoral. Si renunció, debe hacer valer esa decisión y no dejar que se use su nombre.

Que los hechos coincidan con lo dicho.

TAGS RELACIONADOS