Por Verónica Vargas Soto
Docente de la Universidad del Pacífico
En el mundo en que vivíamos hasta hace unos meses, era difícil tener ciertas conversaciones y las dejábamos pasar con la esperanza que los problemas decantaran y se resolvieran solos. Las conversaciones que más nos costaban, probablemente, implicaban hablar con alguien que nos importa o poner sobre la mesa un tema que podía generar mucho conflicto. El asunto con este tipo de conversaciones es que el tiempo y el silencio no siempre resuelven los conflictos, sino más bien, los agrandan. Si antes nos costaba tener este tipo de conversaciones ¿cómo nos va hoy en tiempos de distanciamiento social?
Es probable que hoy nos esté yendo peor que antes. ¿Por qué? Porque no nos vemos al hablar o no necesariamente podemos captar la reacción no verbal de la otra persona, porque las conversaciones virtuales tienen más interrupciones que las presenciales, porque las personas están más sensibles y vulnerables. Pero, sobre todo, porque tenemos paradigmas que necesitamos cuestionar como, por ejemplo, “¿cómo voy a tener una conversación difícil sin ver a la persona físicamente?”. Ante estas dificultades, la posibilidad de evadir conversaciones difíciles con más frecuencia que antes, parece buena idea.
El tema es que esta pandemia ya lleva varios meses limitando las conversaciones presenciales y hay conversaciones que no podemos seguir postergando. ¿Cómo generamos espacios para tener conversaciones significativas en la virtualidad y que permitan abordar los temas “espinosos”?
Algunas sugerencias:
- Ten un propósito claro ¿qué quieres lograr con estas conversaciones?
- Define anticipadamente qué es lo que quieres transmitir.
- Busca tener presencia plena en la conversación, libera la cabeza de otras ideas y evita hacer más de una actividad en simultáneo. Cuando comiences una conversación, enfócate solo en ella.
- Escucha para comprender no para responder.
- Plantea más preguntas que respuestas.
- Evita preguntas cerradas, es decir, aquellas que tienen como respuesta sí o no (por ejemplo, ¿te parece bien si hacemos las cosas de esta manera?) y plantea más preguntas abiertas (por ejemplo, ¿cómo te imaginas que podemos resolver tal problema?)
- Recoge la opinión de la otra persona.
Tener mejores conversaciones requiere aprender en base a ensayo y error y, de hecho, es probable que algunas conversaciones salgan muy bien y otras no tanto. Asume que las conversaciones son un proceso y, si tienes claro qué quieres lograr con ellas a mediano plazo, es más probable que lo alcances. Si la primera conversación no te funciona, comienza a diseñar la siguiente!