(Foto: Difusión)
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Manuel Romero Caro

Economista

Según un estudio de la encuestadora, la esperanza de los peruanos para el próximo año es la más alta (+34) en , ya que el Índice de esperanza (opinión positiva versus negativa) es el más elevado. Lo cual no debe de extrañarnos, porque si bien en términos relativos estamos atravesando un periodo complicado —tanto por la pandemia que desde hace nueve meses nos afecta, y ha generado una crisis económica, como por la inestabilidad política— hemos atravesado crisis peores, de las que hemos salido exitosamente.

Los que hemos vivido las crisis de los 80 y hemos experimentado los apagones, los coches bomba, los que hemos sufrido atentados del terrorismo y sufrido la hiperinflación, también hemos visto cómo el país supo recuperarse exitosamente. Por lo que si hemos sido capaces de vencer al terrorismo y a la hiperinflación, ¿cómo no vamos a poder vencer a enemigos de menor envergadura? ¿Y cómo hicimos para lograr esos éxitos? Pues a través de políticas de Estado que supimos respetar, con pequeñas variaciones en gobiernos de distinto signo político. Tanto aquellos que consideraban que la inversión pública sería el principal motor del crecimiento, como aquellos que creían que a través de la inversión privada se iba a consolidar el crecimiento. Sin embargo, todos respetaron la columna dorsal del modelo económico: la disciplina fiscal. Lo que nos permitió acumular ahorros y reservas internacionales como para poder financiar los programas de compensación social durante la , así como acceder a los mercados internacionales para colocar bonos que nos permitieron financiar nuestro déficit fiscal.

Y es por eso que preocupan tanto las irresponsables políticas populistas de ciertas bancadas políticas del Congreso. Las que tienen como común denominador el apuntar contra la disciplina fiscal e incentivar, aún más, el nivel de informalidad de nuestra economía. Lo que ya ha originado que una conocida calificadora internacional de riesgos soberanos nos rebaje la perspectiva de estable a negativa por dicha tendencia del Congreso y la inestabilidad política que ha caracterizado a nuestro país en los últimos años. Afortunadamente, la racionalidad prevalece en el y ha declarado inconstitucionales dos de las leyes aprobadas con insistencia por parte del Congreso: la que prohibía el cobro de peajes durante la pandemia y la que eliminaba la meritocracia para ascender en el sector salud. Ya que el Legislativo no tiene iniciativa de gasto. Y todo parece indicar que la ley aprobada por insistencia que ordena “devolver” los aportes a la y otras seguirán el mismo camino.

Otro aspecto que influye en la recuperación económica es que Sagasti no tiene las ideas claras entre lo que afirmaba antes de ocupar Palacio y sus obligaciones como presidente transitorio. Es así que en una entrevista que hace poco le concediera a Exitosa TV, manifestó que se hizo bien el manejo macro, pero se olvidaron de la gente, se olvidaron de los trabajadores agrarios, de los informales, de los emprendedores, etcétera. No fueron tomados en cuenta como sujetos de desarrollo”. Afirmó que éramos un gigante con pies de barro.

Sin embargo, cuando lo interrogan sobre el problema de los trabajadores agroindustriales, reajusta su discurso y enfatiza: “Nos olvidamos de que hay 3,600 agroexportadores, que son empresas de tamaño medio, y ellos no han sido atendidos lo suficiente por el Estado en información, en crédito, en asistencia gerencial. El problema es que estamos viendo el tema agrario como si fueran unos pocos grandes empresarios”. “Tenemos que dar una ley para resolver el problema inmediato, nadie va a salir contento porque van a tener que ceder los dos. ¿Qué cosa hace que una empresa mediana pueda coexistir, que tenga utilidades y que pueda reinvertir? Entonces tendremos que tener niveles (de salarios) que hagan viable la agroexportación y la generación de empleo”.