Poner productos lo más frescos posibles (y con amplia vida útil) en supermercados en el hemisferio norte requiere mucha (bio)tecnología. (Foto: GEC)
Poner productos lo más frescos posibles (y con amplia vida útil) en supermercados en el hemisferio norte requiere mucha (bio)tecnología. (Foto: GEC)

Por Piero Ghezzi

Por décadas, hubo un debate entre aquellos que pensaban que países como el nuestro debían especializarse en sectores de recursos naturales y los desarrollistas, que pensaban que ello nos condenaba a la periferia mundial de generación del conocimiento. Para estos últimos, era necesario industrializarnos, comenzando por nuestras

La primera visión se impuso en la práctica. Pero en un ambiente generalizado de revisión del modelo hay voces que piden regresar al desarrollismo. Por ejemplo, en una entrevista reciente, el profesor de Cambridge José Gabriel Palma dice: “De Chile salen al año más de 1,000 barcos con cobre concentrado, un material que tiene solo un 30% de contenido de cobre. El resto es escoria, así que el principal producto que Chile exporta es, por volumen, basura.” Según su lógica, el problema sería mayor en el Perú, dado que un porcentaje aún más alto de nuestras exportaciones de cobre es en concentrados.

Varios de los problemas resaltados por los desarrollistas –incluidos la limitada sofisticación de nuestro aparato productivo y el rol marginal de la investigación, desarrollo e innovación en nuestra economía– son válidos. Pero el camino hacia la diversificación productiva no pasa necesariamente por procesar nuestros

Veamos el caso de los concentrados de cobre. Existe en el mundo una sobreoferta de fundiciones y refinerías –para procesar los concentrados y convertirlos en cátodos, que tienen 99.9% de cobre–. El procesamiento es de bajo costo y no genera mayor valor agregado.

El procesamiento tampoco genera mayor agregado en la agroexportación. La demanda mundial es por productos frescos. Solo se “industrializan” los descartes (aquello que no cumple las condiciones para ser vendido fresco).

Pero la agroexportación nos da una idea alternativa de cómo sofisticarnos. Su mayor reto es poner productos lo más frescos posibles (y con amplia vida útil) en supermercados en el hemisferio norte. Y ello requiere mucha (bio)tecnología, capacidades logísticas e innovación.

Por ello, más generalmente, nuestra sofisticación (y diversificación) productiva debería pasar por el pleno desarrollo de actividades intensivas en conocimiento en la cadena (y red) de valor alrededor de los RR.NN. Algunos desarrollos lo hacen factible. Primero, avances en biotecnología y nanotecnología que implican posibilidades de innovación en RR.NN. Segundo, adopción de métodos de producción avanzada en RR.NN. Tercero, cambio en dónde se genera valor en la cadena: más en actividades intensivas en conocimiento (como I+D y diseño) y menos en la manufactura propiamente.

¿Cómo aplicarlo a la minería? Las empresas mineras son naturalmente reticentes a grandes innovaciones, dado lo costoso que puede resultar afectar su proceso productivo. La mayor parte de la innovación mundial la hacen sus proveedores claves –de maquinaria y equipo o servicios de ingeniería, por ejemplo–. Las empresas mineras los privilegian. Por ello, mucho del conocimiento alrededor de la minería se genera fuera del país.

¿Hay espacio para lograr que un porcentaje mayor se genere localmente? Las tecnologías genéricas a menudo requieren adaptación a condiciones locales. Grandes proveedores mundiales, como Caterpillar, Atlas Copco o Sandvik, ofrecen soluciones de aplicabilidad mundial, pero generalmente no customized a las necesidades locales. Esa brecha puede ser llenada por proveedores locales. En el Perú, tenemos algunos ejemplos. El más exitoso es Resemin, pero también están Overprime y Tumi Raise Boring.

Sin embargo, son la excepción. Los proveedores locales están en desventaja porque tienen limitado capital, un pool local de mano de obra calificada pequeño, poca información de las necesidades específicas de las compañías mineras, poco acceso para testear nuevas tecnologías a gran escala, etcétera.

La inercia no la van a romper las empresas mineras. Están enfocadas en su actividad principal y enfrentan problemas para operar en el país. El desarrollo de proveedores intensivos en conocimiento no es su prioridad.

Es aquí donde las políticas públicas tienen un papel para facilitar el surgimiento de más (y más sofisticados) proveedores locales. Por ejemplo, se puede crear un centro de investigación público-privado de minería. También Centros de Excelencia (como en Australia y en Chile) para la formación de ingenieros.

Asimismo, facilitar el testeo de nuevas tecnologías. Una “falla de mercado” es que probar nuevas tecnologías requiere acceso a las minas. Pero normalmente las empresas mineras no proveen acceso. Y a la vez, no van a usar tecnologías probadas y testeadas. Por ello, tiene sentido una colaboración compañías mineras-proveedores locales-Estado que permita que se habiliten instalaciones para testear en las mismas minas. También financiando parcialmente las soluciones de los desafíos productivos mineros.

Estos son problemas privados, pero sus soluciones tienen tremendas externalidades positivas para toda la economía.

Los países con más futuro son aquellos con aparatos productivos más sofisticados. Casi nuestra única opción para lograrlo es usar nuestros RR.NN. como plataforma para el desarrollo de actividades intensivas en conocimiento. Ello solo ocurrirá si dejamos de engañarnos de que estamos avanzando en estos temas y empezamos a poner la generación del conocimiento en el centro de nuestras políticas públicas.

“Casi nuestra única opción para tener un aparato productivo más sofisticado es desarrollar actividades intensivas en conocimiento a partir de nuestros RR.NN. Ello solo ocurrirá si empezamos a poner la generación del conocimiento en el centro de nuestras políticas públicas”.