(Foto: Andina).
(Foto: Andina).

Por Carlos Paredes, Socio de Intelfin y profesor de la Universidad del Pacífico

1 Las reacciones frente a las declaraciones de ante los fiscales peruanos sobre las “donaciones” que habría hecho la empresa a las campañas de los diferentes partidos políticos me hicieron recordar el juego del “Gran Bonetón”. Este era un juego particularmente estúpido que jugábamos de chicos (los de mi generación y las de antes, por supuesto, pues difícilmente lo habría hecho un millennial). En el juego, cada uno se identificaba por el color de su bonete imaginario, y alguien acusaba, digamos al del bonete verde, y más o menos este es el diálogo que se desarrollaba (empezando por el acusado): – ¿Yo, señor? – Sí, señor. –¡No, señor! – Entonces, ¿quién habrá sido? – El del bonete rojo. Ante lo cual, el del bonete rojo contestaba: – ¿Yo, señor? – Sí, señor. –¡No, señor! – Entonces, ¿quién habrá sido? Y, así, ad eternum, hasta que alguien se equivocaba.

2. El juego consistía en no olvidarse de quién era quién y en negar hasta la muerte. Había que hacerlo muy rápido y repetidamente. Creo que es claro el porqué de la asociación de ideas... Al margen de cuántas veces lo nieguen, creo que la mayor parte de los peruanos considera que sí contribuyó a las campañas de los principales partidos políticos del país. Y partiendo de esa hipótesis, la negación de estos no haría sino demostrarle a esa mayoría de peruanos que los partidos políticos no son confiables.

3. Pero la frustración y la desconfianza no se limitan a los políticos, la imagen de la empresa privada, como institución, ha sido duramente golpeada en los últimos 15 meses. A la percepción de qué importantes empresas privadas están o podrían estar implicadas en escándalos de corrupción, se sumó el escándalo del denominado club de la construcción (quienes habrían incurrido en una práctica ilegal de concertación horizontal), las decisiones de que apuntan a que diversas empresas estarían violando las leyes que protegen la competencia y la transparencia de la información y, ahora, que hasta habría recibido su óbolo de parte de la constructora brasileña. Y lo que es más penoso en todos estos casos es la negación: “¿Yo, señor?”.

4. Así, no nos debería sorprender que haya muchos peruanos que se cuestionen la conveniencia de continuar apostando por un sistema político –la democracia representativa– y económico –el mercado y la libertad de empresa– que pareciera estar tremendamente podrido. De hecho, hace mucho tiempo que un porcentaje importante del electorado desconfía de los políticos y de la empresa privada (refiérase a las encuestas de sobre credibilidad institucional, aunque le sugiero tomarse un antidepresivo antes de hacerlo).

5. Los recientes escándalos de corrupción confirman que había muy buenas razones para desconfiar y estar alertas, pero por mucho tiempo permanecimos pasivos. Hoy tenemos la oportunidad de hacer algo al respecto y mostrar al electorado que el mismo sistema tiene sus correctivos, que los corruptos serán investigados y castigados, que esto se hará de manera diligente e independiente, y que se hará cuidando no descarrilar el crecimiento económico y el bienestar de los peruanos. Es crucial que lo hagamos. Si eludimos esta responsabilidad, nos acercaremos a la siguiente elección general con el riesgo de que un electorado frustrado e indignado con el sistema económico-político vigente, opte por entregar el poder a alguna opción política radical o a aventureros irresponsables, que podrían tirar por la borda todo lo avanzado en las últimas décadas.

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