Juan Rivadeneyra Sanchez
Director de Asuntos Regulatorios de América Móvil Perú (Claro)
Uno de los aspectos centrales que el historiador Yuval Noah Harari nos revela en su libro Sapiens es que el lenguaje es extremadamente importante puesto que está en el fondo de todo lo que hacemos. Sobrevivimos, explica, gracias a las características de lo que él llama la naturaleza “ficcional” del lenguaje que nos permite (a diferencia de los animales) usar el mismo lenguaje para crear una realidad inexistente; una serie de ficciones que dan cohesión a las sociedades. Pero Noah Harari también afirma que para la supervivencia del hombre ha sido clave usar las capacidades comunicativas para describir la realidad en un contexto cooperativo.
Esas capacidades que explicaron en su momento la primacía del Homo Sapiens, evidentemente se han potenciado. El Internet, la gran red de redes, hoy más que nunca evidencia esta gran cooperación humana que posibilita la continuidad de la vida, poniendo a prueba la resiliencia de las personas mediante el tránsito de una cantidad enorme de información en todas las lenguas, a cualquier parte del mundo y con una connotación cada vez más ficcional, propia de la coyuntura.
Las redes de telecomunicaciones son caminos por los cuales -en milisegundos y sin importar la distancia física- se transmiten emociones, se encuentra seguridad, se obtiene esparcimiento, se disipan temores, se superan problemas y se encuentra paz, esperanza y alegría. También son caminos en los que, sin duda, se generan oportunidades de desarrollo y mayor bienestar. Según la GSMA, solo un 49% de la población en el mundo está conectada a Internet por el celular. Es por ello que en los próximos años el bienestar estará condicionado por el grado de desarrollo de las telecomunicaciones. No hay dudas sobre el potencial de las telecomunicaciones en la consecución de la gran mayoría de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) establecidos por las Naciones Unidas.
Las telecomunicaciones vienen evolucionando vertiginosamente en los últimos años y se nos presentan bajo el ropaje deslumbrante de la tecnología que nos ofrece grandes velocidades, enormes capacidades y novedosos equipos. Sin embargo, el brillo de la tecnología no debe hacernos perder de vista que el objetivo fundamental de las telecomunicaciones es, sin duda, mejorar la vida de las personas.
El Día Mundial de las Telecomunicaciones es ocasión propicia para reforzar ese concepto medular y su real propósito, porque, parafraseando a Abraham Lincoln, las telecomunicaciones, al final de cuentas, son de la persona, por la persona y para la persona.