(Foto: iStock)
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Por: Álvaro Ortiz, Tomasa Rodrigo y Vanessa Belapatiño, de BBVA Research

Observar la evolución de la economía en tiempo real y alta definición resulta imprescindible a la hora de evaluar el impacto económico de un evento con pocos precedentes en la economía mundial como la actual crisis de la COVID-19. Si bien no es la primera ni la última vez que nos enfrentamos a un desastre, esperado o inesperado, las características del mismo lo hacen casi único. Es, por ello, que un diagnóstico certero del qué, cómo, cuándo y dónde adquiere una relevancia primordial. El análisis de datos granulares en tiempo real con Big Data nos ayuda precisamente a resolver gran parte de estas preguntas y permite agilizar la toma de decisiones a los agentes, instituciones y policymakers. La propagación e impacto de la COVID-19 tiene elementos comunes en los países donde el virus ha ganado protagonismo, pero también diferencias en el tiempo y en el espacio que le da un valor extra al Big Data. Estas dependen, sobre todo, de la virulencia de la pandemia y las medidas restrictivas llevadas a cabo para contenerla.

Los efectos del virus en el consumo comenzaron a notarse con fuerza en Europa a partir de la segunda mitad de marzo, alcanzando el colapso a mediados de abril. Como en Ana Karenina, no todas las categorías de consumo padecieron la crisis de la misma manera o intensidad. Durante este contexto excepcional estamos viendo cómo coexisten actividades cuyo consumo ha aumentado respecto al año anterior de manera permanente, como es el caso de la alimentación (comemos lo mismo pero en casa), mientras que otras como el gasto en salud también han aumentado, pero lo han hecho de manera transitoria. Por el contrario, el colapso fue total en actividades como los servicios de restauración, turismo y ocio.

Además, la crisis ha generado cambios en la forma en que consumimos, de hecho el comercio online ha ganado peso frente a la compra presencial. En términos generales, las ventas de bienes y servicios online han resistido mucho mejor este periodo y en algunos casos, como la restauración, la asimetría ha sido notable. Este fenómeno no es un hecho aislado, sino que se ha convertido en una tendencia global que se ha acentuado en aquellos países donde los niveles del comercio online eran relativamente bajos, o allí donde las restricciones de movilidad fueron más duras.

Perú no es ajeno a cambios en los patrones de consumo que se están dando en el contexto de propagación de la pandemia. Así, se observa que el total de compras realizadas con tarjetas de débito y crédito se derrumbó desde mediados de marzo, cuando se inició la cuarentena en el país. Esta contracción ocurrió en casi todos los rubros de gasto de los hogares, aunque de manera diferenciada. El consumo de bienes durables como muebles para el hogar y productos electrónicos fue el más perjudicado, seguido del gasto en servicios cuya contracción fue ligeramente atenuada por el pago de alquileres y recibos de teléfono, internet, entre otros. Así, el total consumo de bienes no duraderos mostró un colapso menor debido a que dentro de sus componentes se encuentra el gasto en supermercados y en farmacias y boticas, rubros que se han visto dinámicos durante la cuarentena.

Pero nada persiste para siempre, y a partir de que los datos de infectados comenzaron a caer con fuerza en algunos países, empezó a retomar la actividad y los datos de consumo a recuperarse. Tímidamente al principio, pero irá ganando fuerza a medida que los grandes motores de la economía empiecen a activarse.

La experiencia en otros países nos sugiere que en cada fase del levantamiento del confinamiento se tienen cambios en el gasto de las familias. Así, en España, durante la semana del 11 al 17 de mayo, el regreso a la actividad por fases ha traído diferencias significativas entre provincias. En promedio, el gasto semanal con tarjetas en aquellas que avanzaron a la fase 1 cayó 20 puntos menos en términos interanuales que en las que permanecían en fase 0. En Perú, el reinicio de actividades de algunos sectores económicos se dio en mayo. La fase 1 empezó en las primeras semanas del mes mientras la fase 2 dio inicio en la última. En línea, vemos que el gasto de los hogares con tarjetas ha disminuido su contracción. A partir de ahora, y si se mantiene el cronograma de apertura económica, vamos a observar con una mayor claridad la recuperación, que irá ganando en intensidad a medida que sectores como el turismo se vayan incorporando plenamente al proceso. Una vez esto suceda, las tasas de crecimiento pueden sorprender claramente al alza hasta que se normalice la situación.

La coyuntura se verá acompañada por una clara mejora del entorno exterior. Sin embargo, la recuperación que estamos observando en Latinoamérica es mucho más lenta y menos intensa, debido a una propagación más tardía de la COVID-19 y, en algunos casos, una respuesta al virus mucho menos contundente. Seguiremos atentos a las señales que nos dejan los datos para reaccionar cuanto antes y mitigar los efectos de este tsunami económico.

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