El sol ha vuelto a salir en el este de y el recuento de los daños materiales ocasionados por el paso del huracán continúa. No en vano, será recordado como una de las tormentas más destructivas de la historia de los Estados Unidos. Dada la magnitud de los daños, existe un interés cada vez mayor acerca de las repercusiones que el huracán tendrá sobre la economía regional y nacional.

Por regla general, es importante saber que las pérdidas materiales provocadas por desastres naturales se dividen en dos grupos. En el primero están las ocasionadas por la destrucción del acervo de capital físico, por ejemplo viviendas, propiedad comercial, maquinaria y equipo e infraestructura pública, así como la consecuente depreciación de los servicios y la reducción de los ingresos fiscales que éste capital genera. En el segundo grupo están las pérdidas ocasionadas por la interrupción total o parcial de la actividad económica. Considerando ambos elementos así como sus efectos de segunda ronda. Nuestras estimaciones preliminares sugieren que el costo bruto de Harvey podría superar con creces los 60 mil millones de dólares. Con todo lo dicho hasta este punto podemos considerar que este fenómeno meteorológico se convertirá en el tercero más costoso en la historia de Estados Unidos, sólo superado por los huracanes Katrina y Sandy de 2005 y 2012, respectivamente. Y es que, las pérdidas materiales de estos dos rondaron un valor aproximado de 160 mil millones y 70 mil millones de dólares, en cada uno de los casos.

Cabe destacar que aunque el impacto negativo suele ser grande al principio, a medida que las condiciones se normalizan, la actividad económica se ve afectada positivamente siempre que haya disponibles seguros y fondos de asistencia. La mayoría de los estudios sobre los efectos económicos netos de los desastres naturales excluyendo las pérdidas en el acervo de capital suelen llegar a cifras relativamente bajas, una vez que se tienen en cuenta los efectos tanto negativos como positivos. De hecho, los efectos negativos de las tormentas disminuyen y se invierten en un plazo de entre 12 y 18 meses. Nuestro análisis sugiere que en 2017 y 2018, el crecimiento del PIB real de Texas será de alrededor de 3,7% en lugar de 4,3%, y de 4,1% en lugar de 3,8%, respectivamente. No está demás mencionar que estas cifras podrían cambiar conforme se vayan difundiendo más detalles acerca de los daños provocados por el huracán.

Además de los efectos regionales, la economía estadounidense también se vería afectada, aunque con un impacto reducido. Por ejemplo, no esperamos encarecimientos prolongados en la gasolina. Tampoco pronosticamos que resurjan factores adversos para la economía a corto plazo, algo que podría hacer que la Fed abandone el actual curso de normalización de su política monetaria. En cambio, los efectos para la industria bancaria se dejarán notar en lo que respecta a las tasas de morosidad, que podrían sufrir algún repunte, y también en el deterioro en la calidad de las garantías aportadas en las áreas afectadas. No obstante, los bancos de gran tamaño y diversificados deberían ser capaces de superar estos obstáculos con mayor facilidad. Por su parte, la actividad crediticia podría acelerarse a medida que las empresas y los consumidores participen en las tareas de reconstrucción.

En cualquier caso lo que parece evidente con las cifras preliminares es que las secuelas de Harvey perdurarán por varios años. Texas y en particular Houston enfrentarán el desafío de mantener en pie su atractivo económico frente a la probabilidad de tormentas más frecuentes, y tanto o más destructivas que Harvey. Dicha probabilidad ha aumentado como resultado del cambio climático. En ausencia de una estrategia de largo plazo, desastres naturales de esta índole pueden obligar a la población a marcharse y disuadir tanto a la inversión como a las migraciones futuras, reduciendo con ello el potencial económico de la región. Cabe recordar que doce años después del huracán Katrina, tanto el empleo no agrícola como los salarios de Nueva Orleans siguen siendo inferiores a los de antes de la tormenta. De ahí la urgencia de actuar en todos los niveles de la sociedad y gobierno para minimizar los efectos de Harvey y otras supertormentas.

Por Marcial NavaEconomista del BBVA Research