Tras las elecciones presidenciales en Francia se elimina un componente de incertidumbre para Europa, dado el fuerte sesgo antieuropeísta (por decirlo suavemente) de algunos de los candidatos en liza. Sin embargo, se abren otras muchas incógnitas que pueden hacer pensar que lo más fácil para el presidente es haber llegado hasta aquí, y que los grandes retos están por delante, señala Miguel Jiménez González-Anleo, economista del .

En la vertiente política, Macron tiene ante sí la necesidad de asegurarse una mayoría parlamentaria en las elecciones de junio, lo que no va a resultar fácil dada la falta de un aparato rodado para competir en muchas circunscripciones. La tradición dice que los franceses tienden a dar mayorías a sus presidentes recién elegidos, y que En Marche presentará caras nuevas en casi todo el país, algo muy del gusto del votante europeo en los tiempos que corren.

Pero con la fragmentación del voto, pueden llegar tres o cuatro candidatos a la segunda ronda en muchas circunscripciones, lo que hará más difícil el objetivo. Una cohabitación (otra tradición francesa) quizás será necesaria, probablemente con el partido republicano, lo que hará que el nuevo presidente tenga que negociar todas sus políticas.

El segundo reto es el económico. Las reformas estructurales no son tradición francesa, y han sido muy escasas en las últimas décadas. Uno de los pocos intentos ha sido, precisamente, la . Francia no ha sufrido la dureza de la crisis como sí lo han hecho los países periféricos, y tiene una , probablemente por la calidad de su sistema educativo y la solidez de sus instituciones.

Sin embargo, en los últimos años se ha quedado por detrás de Alemania en términos de competitividad y crecimiento, posiblemente lastrada por uno de los mayores y no más eficientes sectores públicos del mundo, que tiene que ser financiado con niveles impositivos también muy elevados.

Macron parece ser consciente y ha prometido contener el déficit público (ha sido el único candidato en hacerlo), pero los detalles de su programa electoral son mucho más minuciosos en las promesas de gasto que en cómo financiarlo.

Una piedra de toque importante será la reforma del mercado laboral, que ha pedido ya esta semana con insistencia la patronal francesa, y que algún consejero de Macron ha sugerido como una de las primeras medidas a afrontar. Pero los sindicatos tienen experiencia en combatirlas, y no parecen dispuestos a conceder a Macron una tregua de cortesía, a lo que se une la renovada fuerza del partido de Mélenchon. Este será posiblemente el debate económico del otoño francés.

Por último, la política europea será otra fuente de dificultades para el nuevo presidente francés, a pesar de que esta semana Macron ha sido saludado poco menos que como el salvador de Europa. Una mayor integración de la Unión Europea en temas de seguridad, tanto interna como externa, está en la mente de todos, pero los puntos de fricción surgirán en torno a las propuestas y ritmos de avance para una mayor integración de la eurozona.

El nuevo mandatario galo está a favor de completar la unión bancaria y de la emisión de eurobonos por un Tesoro europeo, que lleve a cabo una política fiscal común, una propuesta ya lanzada hace tiempo, entre muchos otros, por el gobernador del .

El tema es complejo y tiene muchas variantes pero, en lo sustancial, la idea de los eurobonos no tiene mucho recorrido actualmente en Alemania, y por algo desde hace ya tiempo ha desaparecido de los comunicados de las cumbres europeas. Muchos esperan que el país germano cambie de postura tras sus elecciones en septiembre, sobre todo si el SPD tiene un rol más importante en el nuevo gobierno, pero esto parecen más deseos que una posibilidad real.

Una de las heridas que ha dejado la crisis es la mutua desconfianza entre los países de la eurozona, y en este sentido todo lo que suene a transferencias fiscales permanentes entre países europeos (y los eurobonos lo son en potencia) es claramente rechazado por buena parte de la población alemana.

La confianza mutua se puede reconstruir poco a poco, conforme se asiente la recuperación y se reduzcan los desequilibrios. Pero no olvidemos que dentro de cinco años volverá a haber elecciones.