La realidad de Kenia ha cambiado mucho desde que sus autoridades fijaron duras sanciones al uso de bolsas de plástico. (Foto: Reuters)
La realidad de Kenia ha cambiado mucho desde que sus autoridades fijaron duras sanciones al uso de bolsas de plástico. (Foto: Reuters)

Por Marcial Nava, economista principal de BBVA Research para Estados Unidos.

La contaminación de los océanos por plástico es uno de los problemas ambientales más severos que enfrenta la humanidad. Recientemente, este fenómeno ha cobrado relevancia entre la opinión pública gracias a la distribución de imágenes bastante crudas a través de internet y las redes sociales. Las fotografías de animales marinos muertos por ingesta, asfixia o atrapamiento se han vuelto virales.

El plástico es un invento cuya comercialización se inició en los años cincuenta. Desde entonces se han producido cerca de 8,300 millones de material virgen a un ritmo de crecimiento de 8.6% anual, dos veces más que el crecimiento del PIB mundial. Algunas características del plástico, como su resistencia a la corrosión y su maleabilidad, lo convierten en un material excepcional para la elaboración de toda clase de productos. Sin embargo, sólo el 9% de los desechos plásticos se recicla, el 12% se incinera y el 79% termina en vertederos o en el entorno natural.

El uso intensivo de plásticos, y en particular de objetos desechables, ha tenido un coste muy alto para el medio ambiente. Esto se debe a que el plástico no se degrada por medios naturales, sino que se fragmenta en piezas minúsculas que son ingeridas por animales acuáticos que, a su vez, son consumidos por los humanos. Los llamados microplásticos también son producidos de manera intencionada, y forman parte de algunos productos como ropa, cosméticos y artículos de aseo personal.

Cada año se vierten al mar alrededor de ocho millones de toneladas de desechos plásticos. Se calcula que, de mantener este ritmo, para el 2050 podría haber más piezas de plástico en el océano que peces en el mar. El coste económico de la contaminación de los océanos por plástico se estima en alrededor de US$ 13,000 millones.

Pero, ante todo, las implicaciones para la salud, el medio ambiente y la economía son motivo suficiente para buscar una solución. Recoger el plástico de los océanos es casi imposible. Pero prevenir que llegue al mar es un objetivo alcanzable. Una manera de hacerlo es promoviendo la inversión en infraestructura de gestión de residuos, sobre todo en países de renta media y baja.

Estas inversiones se pueden complementar con estrategias voluntarias de reducción y con acuerdos en los que se involucre a consumidores, empresas privadas y gobiernos de todo el mundo. En el sector privado, son cada vez más las compañías que implementan estrategias voluntarias de reducción. A nivel de gobierno, es cada vez más frecuente la prohibición total o parcial de objetos de plástico desechables, o la aplicación de gravámenes para los fabricantes, vendedores o consumidores.

Sin embargo, estas medidas no resuelven el hecho de que a mayor población y renta, mayor demanda de plásticos. La solución de largo plazo requiere entonces de un cambio más profundo en la forma en la que producimos, consumimos y eliminamos los plásticos. Se trata de adoptar un modelo en el que éstos nunca se conviertan en residuos. Los principios de la “economía circular” pueden servir de guía. Empezando por diseñar productos que duren más tiempo, fabricados con materiales sostenibles que se puedan recuperar fácilmente. En la “economía circular”, las empresas se comprometen a producir y vender este tipo de productos mientras que los consumidores los compran, comparten, reparan y reutilizan. Por su parte, los gobiernos ofrecen los incentivos y el apoyo necesarios para que empresas y particulares puedan insertarse en este tipo de economía sin verse gravemente afectados. Estos esfuerzos incluyen, entre otras cosas, sistemas de gestión de los residuos eficientes, que ayuden a recuperar y mantener los materiales en el ciclo de producción y consumo.

Aunque el alcance de la “economía circular” es todavía muy limitado, los esfuerzos para erradicar la contaminación por plásticos están generando innovación en diferentes campos como el diseño de productos, los embalajes, los materiales alternativos, el reciclaje y la recuperación de energía. En el mejor de los escenarios, se crearán nuevos modelos de negocio y nuevas empresas, propiciando un ciclo virtuoso entre la sostenibilidad y el crecimiento del empleo. Para las empresas, comprender los riesgos y las oportunidades que entraña la lucha contra la contaminación por plásticos en los océanos constituye el primer paso para contribuir de manera eficaz a la solución de este grave problema.

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