Recientemente se ha publicado un documento de trabajo de la Fundación de Estudios Financieros titulado "El cambio del modelo de negocio de la banca". En él se recogen las opiniones vertidas en un debate previo entre expertos del sector, que estuvieron de acuerdo en lo fundamental: diversas tendencias están empujando a que la banca cambie, y sólo las entidades que lo entiendan serán capaces de adaptarse a esta nueva era. Los bancos son como las jirafas que necesitan alargar su cuello para acceder a las ramas más altas de los árboles, y estos árboles son cada vez más altos.

El mundo está cambiando, y entre las nuevas tendencias están una recuperación lenta de las economías de los países desarrollados (que aún no han tomado tracción ocho años después del inicio de la crisis), la avalancha sin precedentes de cambios en la regulación financiera y la competencia, cada vez mayor, de nuevos operadores digitales. A resultas de estas y otras tendencias, la rentabilidad bancaria se ha visto fuertemente afectada y aún está lejos de retornar a los niveles pre-crisis.

Respecto a la reforma regulatoria, los expertos coincidieron en que es necesaria, pero también en que existe un riesgo de sobre-reacción y en que una regulación más dura puede dificultar la salida de la crisis. Además, el que los cambios aún no hayan finalizado suscita una incertidumbre regulatoria que dificulta la actividad bancaria, y la implementación no ha sido siempre homogénea en los diferentes países. Los reguladores tienen la ardua tarea de encontrar un equilibrio entre estabilidad financiera (con una regulación más estricta) y eficiencia (con una regulación más laxa), y esto es especialmente importante en esta aún incipiente recuperación económica.

Otra tendencia actual es la llegada de la llamada banca digital. Los nuevos competidores digitales, como es lógico, están entrando en las partes de la cadena de valor que tienen una mayor rentabilidad esperada. A futuro, el impacto podría ser mucho mayor si se produce la entrada de grandes operadores digitales en el sector de los servicios financieros. Ahora bien, los bancos tradicionales tienen ventajas competitivas que deben seguir explotando, como una relación con el cliente directa, cercana y especializada.

¿De qué va a depender la velocidad de llegada de la banca digital? De muchos factores, de entre los que cabe resaltar la regulación. Hasta ahora la regulación ha protegido a las entidades que captan depósitos, para evitar las quiebras bancarias por sus consecuencias negativas sobre las economías, pero esto está cambiando. En cualquier caso, es importante que a mismo producto o servicio y a mismo riesgo corresponda la misma regulación. Por tanto, no debería haber un cuerpo normativo diferente para los competidores digitales, sino que éstos deberían estar sometidos a la misma regulación que todos los operadores activos en cada mercado. Y, al mismo tiempo, la regulación debe permitir la eficiencia y la innovación.

En el futuro, la banca se puede decantar por dos opciones principales: intentar convertirse en operadores digitales desarrollando internamente esas capacidades, lo que sería probablemente inalcanzable, o adquirir o establecer alianzas con los nuevos operadores, lo que permitiría aprender de ellos en términos de agilidad y transparencia.

Otro punto tratado en el informe es el del mercado de crédito, pues la revitalización del sector bancario español debería reflejarse en una mejora del crédito al sector privado. En términos generales, la situación del nuevo crédito en España parece estar mejorando, tanto por el lado de la oferta como por el de la demanda, y en especial en los sectores de familias y pymes. En cualquier caso, los niveles de endeudamiento pre-crisis no se repetirán, por lo que a futuro los bancos españoles no deberían estar tan enfocados en crecer mediante la expansión de balance como antes, sino centrarse en dar servicios que consuman poco capital.

En este nuevo entorno, ¿quiénes serán los supervivientes? Posiblemente las entidades que mejor se adapten a este nuevo marco, pero no necesariamente las más grandes. Lo deseable sería que surgiera una banca más sólida, más ágil y más transparente, donde los operadores que permanezcan sean los mejor preparados para servir a las demandas cambiantes de la clientela.

Por Ana Rubio GonzálezBBVA Research