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Por Juan RuizEconomista Jefe para América del Sur del BBVA Research

América Latina ha vivido un proceso de fuerte desaceleración en los últimos trimestres. Hemos visto una reducción del crecimiento regional desde tasas cercanas al 3% interanual a mediados de 2013 hasta alrededor de 1% en el segundo trimestre de este año.

Es cierto que algunos de los factores detrás de esta desaceleración han sido transitorios, relacionados con problemas temporales por el lado de la oferta en países como Perú (minería), Colombia (carbón y Petróleo), Chile (actividad portuaria), Uruguay (industria papelera) y Argentina (maíz y otros cultivos).

Pero también es verdad que hemos asistido a un significativo empeoramiento generalizado de los indicadores de sentimiento de hogares y empresas y una fuerte moderación de la inversión en la región —que llegó incluso a contraerse en el primer trimestre de este año—, en algunos países por una mayor incertidumbre del sector privado (Brasil, Chile, México), mientras que en otros se ha producido también una subejecución de los planes de inversión pública (Chile, Perú).

Con todo, y a pesar de que continuamos viendo un deterioro de la actividad en algunos países, en términos generales se habría dejado ya atrás el bache de crecimiento de la región, que iría de menos a más a partir de este tercer trimestre.

Esta recuperación sería el resultado no sólo del fin de los shocks temporales de oferta mencionados anteriormente sino también estaría sostenido por dos factores adicionales.

En primer lugar, se espera un aumento del crecimiento mundial, que pasaría de 3% en 2013 a 3.3% en 2014 y 3.8% en 2015, especialmente por el mayor dinamismo en EEUU, al tiempo que la desaceleración en China se mantiene acotada, manteniendo tasas de crecimiento superiores al 7%.

En segundo lugar, se espera una recuperación de la inversión en la región —especialmente por parte del sector público— en México, Chile, Perú y Colombia. De este modo, esperamos que el crecimiento de América Latina pase del magro 1.5% esperado este año al 2.1% en 2015, tendiendo gradualmente hacia el crecimiento potencial de la región, que se habría ajustado a algo por encima del 3%.

En este contexto de fuerte desaceleración resulta paradójico que hayamos visto mucha calma en los mercados financieros de la región desde febrero, sin duda impulsados por renovados flujos de entrada de capitales, alentados a su vez por la moderación de las tensiones financieras internacionales, el continuado apetito por el riesgo y la aún abundante liquidez internacional.

Así, se han recuperado en muchos casos las pérdidas en los precios de los activos que se experimentaron después de la volatilidad de mayo de 2013, al hilo de los primeros anuncios del tapering por parte de la FED (Reserva Federal de Estados Unidos).

Hacia delante, sin duda la región deberá irse preparando no sólo para un entorno de menor crecimiento en China (aunque los riesgos de una desaceleración abrupta han disminuido significativamente) sino también para la posibilidad de una mayor volatilidad en los mercados a medida que se acerque el inicio de la subida de tasas de interés por parte de la FED —que esperamos a mediados de 2015—.

En ese entorno financiero internacional menos holgado y más discriminador, la clave será la diferenciación, especialmente en lo que se refiere a la disposición para seguir implementando reformas por el lado de la oferta y a resistir la tentación de sobreestimular el crecimiento por el lado de la demanda.

No hay que olvidar que el crecimiento de la mayoría de países de la región durante la década pasada fue impulsado por las favorables condiciones externas y por las reformas económicas de los años noventa.

Esos impulsos están agotándose y resulta necesario reavivar las fuentes propias de crecimiento de largo plazo. Esto implica pasar a las reformas de segunda generación, aquellas que no sólo posibilitan el crecimiento sino las que lo promueven activamente.

Y se incluyen dentro de estas reformas el continuar reduciendo la informalidad y aumentar la inversión en infraestructuras, educación y salud, para aumentar la productividad, único soporte del crecimiento sostenible en el largo plazo.

Los países de la región que sigan avanzando en esa dirección serán los que den las señales correctas para que los inversores internacionales puedan diferenciar y seguir apostando por ellos.