Lo que sí viene funcionando, según un estudio de la Universidad de New Hampshire, es entrenar a los espectadores (bystanders) en el espacio laboral para que tengan una actitud activa, en línea de “si ves algo, di algo” en todas las manifestaciones de acoso
Lo que sí viene funcionando, según un estudio de la Universidad de New Hampshire, es entrenar a los espectadores (bystanders) en el espacio laboral para que tengan una actitud activa, en línea de “si ves algo, di algo” en todas las manifestaciones de acoso

Verónica Zavala

Gerente general del Departamento de Países de Centroamérica y México en el BID, miembro del Comité Estratégico Líderes por la Equidad de Género de IPAE

El acoso sexual laboral fue entendido como una manifestación de discriminación sexual hace ya más de 40 años por Catherine MacKinnon, importante jurista, feminista y profesora de las escuelas de Derecho de Michigan y Harvard. Esta manifestación de la discriminación sexual fue reconocida por la Corte Suprema de Estados Unidos (caso llevado por MacKinnon) a mediados de los 80s. Si bien la mayoría de las constituciones en el mundo sancionan la discriminación en razón de sexo la aguja del progreso en erradicar el acoso sexual laboral se ha movido muy lentamente, como quedo claro con el movimiento #MeToo.

Una primera razón del escaso avance tiene que ver con la falta de conocimiento de lo que es acoso sexual laboral. La OIT lo define como un comportamiento en función del sexo, de carácter desagradable y ofensivo para la persona que lo sufre. Sin embargo, muchas personas piensan que el acoso sexual laboral se limita a la situación en la que se condiciona un beneficio laboral a cambio de un comportamiento de connotación sexual; dejando por fuera todo lo relativo a un ambiente laboral hostil en que la víctima es humillada, intimidada o minimizada debido a su sexo.

ELSA -Espacios Laborales Sin Acoso- una herramienta digital de prevención e intervención que ha sido desarrollada por GenderLab con el apoyo del BID pone luz a esta realidad. De los cerca de 4000 encuestados por ELSA, 4% dijo haber pasado por una situación de acoso sexual laboral (6% en el caso de mujeres). Este resultado enmascara una realidad mucho peor. Preguntados si habían sido sujetos de manifestaciones típicas de acoso (atención sexual no deseada, miradas lascivas o persistentes, comentarios o bromas con contenido sexual, invitaciones reiteradas a salir, acercamientos físicos innecesarios, etc.) 22% reconoció haber sido víctima. En el caso de las mujeres entrevistadas, esta cifra es 26%: 1 de cada 4.

Una segunda razón del escaso avance es que las medidas que se han venido tomando no son efectivas. Por un lado, las victimas no se sienten protegidas para denunciar -temen que no se haga nada y sus denuncias terminen siendo un bumerán- y por otro, las capacitaciones diseñadas para evitar el acoso sexual laboral centradas en educar a los potenciales agresores no han venido dando resultados y, más bien, generaron conductas defensivas perjudiciales, según la Escuela de Negocios de Harvard.

Lo que sí viene funcionando, según un estudio de la Universidad de New Hampshire, es (i) entrenar a los espectadores (bystanders) en el espacio laboral para que tengan una actitud activa, en línea de “si ves algo, di algo” en todas las manifestaciones de acoso y (ii) entrenar a los gerentes para que acepten como desafío de su cargo cambiar estas conductas en sus equipos y empresas. En esa línea viene trabajando Lideres por la Equidad, un colectivo de Gerentes Generales (GG) de las empresas más representativas que, auspiciado por IPAE, tiene por objetivo promover la equidad de género en y desde las empresas. Tengo esperanza que el esfuerzo de los más de 100 GGs que se han adherido a los principios de Lideres por la Equidad hará que, en base a buenos datos y buenas prácticas, finalmente, avancemos en desterrar el acoso sexual laboral.