La escasez de gasolina ya se siente en ciudades como Caracas, Valencia y Maracay. (Foto: Reuters)
La escasez de gasolina ya se siente en ciudades como Caracas, Valencia y Maracay. (Foto: Reuters)

Las habituales filas largas en las calles de Caracas y otras ciudades de Venezuela ya no son solo para conseguir alimentos o medicinas: desde hace un tiempo la gente se forma para comprar gasolina en el país con las mayores reservas de crudo del mundo.

Para llenar el tanque de 40 litros de su Chevrolet Aveo gris, Verónica Pérez hizo cuatro horas de fila hace unos meses en Valencia, una ciudad a 150 kilómetros de la capital que alguna vez fue un floreciente polo industrial.

“Dije que no me volvería a pasar”, recordó Pérez, una ingeniera de 54 años. “Ruedo lo indispensable y ya. Cero dar colas (aventones), cero ir de supermercado en supermercado buscando algún alimento”.

La gasolina es casi el único producto barato que le queda a los venezolanos. En las 1,800 estaciones que siguen abiertas se puede llenar un tanque por menos de un centavo de dólar, haciendo del transporte particular la opción más barata en un país que sufre una hiperinflación y cinco años de recesión.

La crisis, que complica la importación de comida, medicamentos y otros artículos, está ahora llegando a las refinerías de la otrora potencia petrolera. El menor suministro de crudo, la falta de inversión, mantenimiento e incluso de personal provocaron el desplome de la producción de gasolina.

Para empeorar las cosas, el anuncio en agosto del presidente Nicolás Maduro de que acabará con el monumental -y para muchos insostenible- subsidio a las gasolinas y que subirá los precios, disparó la demanda de la gente por combustible.

La puesta en práctica de la medida de ajuste de precios, que muchos críticos califican como la más “impopular” de su gobierno y que es parte de un paquete de reformas económicas, se ha demorado. Pero entre octubre y comienzos de noviembre, la falta de gasolina alcanzó a la capital venezolana y a ciudades como Valencia y Maracay.

Esas filas son cosa de todos los días desde hace varios años en estados fronterizos. Según opositores al gobierno, las autoridades hasta ahora parecían haber priorizado el suministro de combustible y electricidad a la capital y zonas aledañas.

“Hay un racionamiento de hecho, pero que no se hace en el centro del país para que no haya tanta evidencia”, dijo el diputado Elías Matta, de la opositora Asamblea Nacional, nombrando a localidades a más de 500 kilómetros de la capital.

Ni el Ministerio de Comunicaciones, ni el de Petróleo o la estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA) respondieron a solicitudes de comentarios de Reuters.

Muchos venezolanos están dejando atrás rutinas tan comunes como ir a la playa o viajar para visitar parientes.

“Las situación del combustible ha empeorado porque a los municipios alejados no llega combustible”, dijo Wilmer Maldonado, un taxista de 52 años, en la ciudad andina de San Cristóbal, en el fronterizo estado Táchira.

“La verdad es que esto no va a mejorar, porque no hay mantenimiento, ni personal en las instalaciones petroleras y los afectados somos nosotros”, agregó mientras aguardaba en la fila para cargar combustible.

La escasez de gasolina se suma al colapso de gran parte de la infraestructura estatal, desde el transporte público hasta servicios de agua o electricidad. Pero la situación no amenaza al gobierno de Maduro, y la falta de combustible solo generaría protestas focalizadas de la clase media que se mueve en auto, según un analista.

“El problema del transporte público es tan grave que la escasez de gasolina no puede empeorar mucho más la situación para la mayoría de la población que no tiene vehículo propio”, dijo Dimitris Pantoulas, analista político del Instituto de Estudios Superiores de Administración (IESA), de Venezuela.

Refinerías secas
Hoy el parque refinador de Venezuela, incluyendo importaciones de productos refinados y componentes, no logra aportar lo suficiente para atender la demanda nacional de 325,000 barriles por día (bpd) de combustible, según registros de PDVSA vistos por Reuters.

Las refinerías de Amuay y Cardón -en el occidente del país- y El Palito, cercana a Valencia, operan al 33% de su capacidad de procesamiento de crudo, por lo que PDVSA solo está suministrando 296,000 bpd desde las plantas que aún funcionan, según los documentos.

Hasta mayo, buena parte del déficit de gasolina se cubría con combustibles traídos desde Curazao, pero la disputa de PDVSA con la estadounidense Conoco Phillips cerró esa puerta y actualmente la refinería Isla no produce ni una gota.

Una de las razones por las que las refinerías venezolanas no producen lo suficiente es la falta de crudo. PDVSA está destinando barriles que iban a esas plantas para la exportación en busca de flujo de caja, según fuentes del sector.

Las refinerías, además, no han recibido el necesario mantenimiento de equipos en años y algunas requieren reemplazar unidades completas que han sido golpeadas por fallas en el suministro eléctrico, agregaron las fuentes.

En un círculo vicioso de falta de inversión y menguantes ingresos, Venezuela produjo 2,072 millones de bpd de crudo en 2017 frente a los 2,373 millones bpd del año previo. La producción promedio de setiembre, de 1.53 millones de bpd, fue el menor nivel en casi siete décadas, de acuerdo con cifras de la OPEP.

El director ejecutivo de la Agencia Internacional de Energía, Fatih Birol, dijo este mes que la producción de crudo de Venezuela está en “caída libre” y que pronto podría estar por debajo de 1 millón de barriles por día.

Más allá de la situación en las refinerías, fuentes dijeron que parte del reciente problema de desabastecimiento se debió al retiro de gasolina importada de Brasil que llegó contaminada con agua que había en los tanques de los barcos. El agua disparó los niveles permitidos de etanol, según una de las fuentes.

“Mi vida ha cambiado grandemente”, dijo Elena Bustamante, una profesora de inglés de 34 años en Valencia que solía viajar con sus sobrinos o amigas a la playa o a Caracas los fines de semana. “No podemos [ahora] hacer esos planes [...] mi nuevo dolor de cabeza es que se me acabe la gasolina”. 

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