Venezuela
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A las 6:40 Pablo Ruiz se sienta en cuclillas a las puertas de una vetusta refinería en Puerto La Cruz, , y se evita ocho pesadas horas de cubrir tuberías con pintura antióxido bajo un sol abrasador. El hombre de 55 años desayunó harina de maíz con agua.

El salario semanal de Ruiz es de 110,000 bolívares –alrededor de 50 centavos de dólar al tipo de cambio del mercado negro- y le alcanza para comprar menos de un kilo de arroz o harina de maíz.

La única proteína que consume procede de 170 gramos de atún en lata comprendidos en una caja de alimentos que proporciona el gobierno a las familias de bajos ingresos y que se distribuye cada 45 días.

“Hace dos meses que no como carne”, dijo. “La última vez que lo hice gasté todo mi salario semanal en una comida con pollo”.

El hambre acelera la ruina de la industria petrolera venezolana dado que los trabajadores están demasiado débiles y hambrientos para realizar tareas pesadas. En momentos en que mueren niños de desnutrición y los adultos revuelven la basura en busca de sobras, la comida se ha vuelto más importante que el empleo, por lo que miles de personas no se presentan a trabajar.

El ausentismo y las renuncias masivas significan que son pocos los que quedan para producir el petróleo que mantiene en funcionamiento una economía ya muy deteriorada.

, una autocracia socialista que alguna vez fue el país más próspero de Sudamérica, padece un derrumbe casi sin precedentes: el producto interno bruto cayó 40% desde 2013.

, la compañía petrolera estatal y eje económico del gobierno, ha quedado sumida en el caos en tanto las autoridades reemplazan a gerentes expertos por personas leales que derivan los ingresos a programas sociales y a una extendida corrupción. La producción se redujo a la mitad en los últimos 16 años. La producción diaria declinó a 1.77 millones de barriles en enero, en comparación con un pico de 3.34 millones en el 2001.

Más delgados
Buena parte de la declinación obedece a falta de dinero para mantenimiento y exploración. En los últimos tiempos, sin embargo, también es consecuencia del hambre. Una encuesta de tres universidades venezolanas que se difundió el miércoles determinó que más del 64% de la población bajó de peso en 2017 un promedio de 11 kilos (25 libras). Más del 61 por ciento de los consultados dijo que se había ido a dormir sin comer en los últimos tres meses.

Iván Freites, un dirigente sindical de PDVSA que tiene una posición crítica en relación con el régimen de Nicolás Maduro, dijo el miércoles que en el estado de Zulia 12 trabajadores desnutridos se desmayaron en noviembre y diciembre y que se los había tenido que retirar de las plataformas de perforación para proporcionarles tratamiento. Todos los días hay nuevos casos, añadió.

Marianella Herrera, médico al frente del Departamento de Salud y Desarrollo de la Universidad Central de Venezuela, dijo que las autoridades de salud locales recomendaban consumir 2,300 calorías diarias. Desde el 2015, cuando empezó a sentirse el deterioro de la economía, los investigadores determinaron que parte de la población rural consumía apenas 400 calorías por día, dijo, una dieta “anémica” de granos, arroz y tubérculos.

John Hoddinnott, un especialista en nutrición y profesor de Economía Aplicada de la Universidad Cornell, dijo que las personas que hacen trabajos pesados necesitan un mínimo de 3,600 calorías diarias. Cuando el consumo es menor, al principio solo bajan de peso. Luego, “simplemente no pueden trabajar tanto”, dijo. “Es un proceso gradual, pero que a largo plazo puede tener consecuencias muy graves”.