Miles de personas llegan a concierto en la frontera con Venezuela. (Foto: AFP)
Miles de personas llegan a concierto en la frontera con Venezuela. (Foto: AFP)

La penurias de Venezuela se han convertido en una causa célebre. Para una tierra habituada a la indiferencia internacional o las celebridades temporales, la repentina atención es extraña, pero bienvenida.

¿En dónde más se puede ver adversarios que usan la ayuda necesaria para los enfermos y los desesperados como arma, al ritmo de conciertos rivales planeados en lados opuestos de la frontera entre Venezuela y Colombia? Lo que no está claro es cómo va a continuar el peor desastre humanitario en la memoria del hemisferio occidental cuando se acabe la música.

Buena parte de la conmoción reciente por Venezuela está relacionada con las exhortaciones de un alto charlatán partidista con sus propias motivaciones ocultas. El presidente de EE.UU., Donald Trump, usó la crisis de Venezuela como el principal atractivo de un discurso que dio el lunes ante exiliados venezolanos en Florida. Para un hombre que por décadas solo vio al país como un criadero de reinas de belleza, la repentina compasión parece extraña, o peor.

El representante demócrata a la Cámara de EE.UU. Ilhan Omar, el senador independiente Bernie Sanders, el líder del partido laborista británico Jeremy Corby y el roquero Roger Waters han participado en el reciente debate desde la izquierda fuerte, advirtiendo un renacimiento del imperialismo estadounidense del siglo XX al presionar un cambio de régimen en Venezuela disfrazado de un llamado a la democracia.

Son los últimos en una larga lista de viajeros, de Oliver Stone a Noam Chomsky, dispuestos a pasar por alto el abusivo régimen venezolano porque la revolución bolivariana de Hugo Chávez era una luz en medio de la sombra del neoliberalismo.

Por supuesto, Trump tiene sus propios motivos: presentó a Venezuela como un ejemplo de los estragos del socialismo, un término que usó más de 12 veces en su discurso de 31 minutos en Florida y que está convirtiendo en un mantra para la reelección del 2020. No importa que el régimen disfuncional de Maduro sea más cleptocrático que ideológico, o que el partido del líder de la oposición, Juan Guaidó, haga parte de la Internacional Socialista.

"Nicolás Maduro no es un socialista. Es un dictador de medio pelo", en palabras de Daniel Lansber Rodríguez, quien da clases sobre Latinoamérica en la Escuela Kellogg de negocios de de la Universidad Northwest. "Algunas de las mayores fortunas en la historia de Venezuela se han construido durante su gobierno".

Trump tampoco inició la campaña política global contra Venezuela. El esfuerzo se debe a la incansable oposición política venezolana mediante oleadas de protestas en las calles y cabildeo internacional. Su llamado a terminar el mandato "ilegal" de Maduro y llevar a cabo nuevas elecciones encontró resonancia en casi todos los vecinos democráticos de Venezuela (sorprendentemente, menos México) a través de la Organización de Estados Americanos y el Grupo de Lima, y eventualmente ganó defensores en Washington.

Mientras Trump tuiteaba, el senador republicano Marco Rubio y el vicepresidente Mike Pence lideraron el esfuerzo para que EE.UU. redoblara las sanciones impuestas primero por Barack Obama y las ampliara para incluir compañías venezolanas y altos mandos del gobierno.

El escalamiento en Venezuela puede ser uno de los raros casos en los que la afición de Trump por los titulares y por usar al mundo como su escenario de campaña podría hacer algo de bien. "EE.UU. no inició esto, pero tenía el músculo y el dinero que le hacía falta a Latinoamérica", asegura el politólogo de Amherst College Javier Corrales. "Eso no ha pasado desapercibido".

La paradoja ha mantenido a los críticos de Trump en el extranjero a raya y a sus rivales internos fuera de base. Aunque muchos demócratas importantes también apoyan a Guaidó y se oponen a Maduro, les preocupa darle carta blanca a Trump. Un nuevo desacuerdo entre partidos por la reticencia de Sanders a apoyar a Guaidó y llamar a Maduro dictador resalta otras divisiones.

"Los demócratas están en dificultades", asegura Corrales. "Les preocupa repetir lo que pasó en la guerra de Iraq, cuando autorizaron a la administración Bush a invadir el país y luego les estalló en la cara. Además, acaban de ganar unas elecciones, así que lo que quieren es obstruir, obstruir y obstruir".

La perspectiva desde Latinoamérica debería ser más pragmática.

"Todo lo que hace Trump, por ser Trump, se considera inmediatamente malvado o descuidado, asegura Lansberg Rodríguez. "Es cierto que lo motivan sus intereses personales, pero contradecirlo a costa de cientos de vidas venezolanas es tonto. Si a uno lo envenenan y le dan el antídoto, no cuestiona los motivos".

El problema puede no ser tanto por qué EE.UU. está persiguiendo objetivos tan agresivos sino qué sigue después. "El plan A está muy bien. Si Maduro sale en un mes, maravilloso", me dijo Francisco Rodríguez, jefe economista de Torino Capital LLC.

"Pero hace un mes que Guaidó se juramentó como presidente interino. Si la transición falla, ¿cuál es la estrategia alternativa? ¿La acción militar? ¿Recortar a Venezuela el acceso al capital extranjero? En su discurso, Trump aseguró tener un plan B, C, D y E, pero no dijo cuáles eran".

Esa idea no ha pasado desapercibida para la oposición venezolana, que le está apostando al apoyo internacional desde todos los rincones políticos para la reconstrucción si y cuando Maduro se vaya. "Los venezolanos están desesperados y cualquiera que les de un poco de atención es bienvenido", afirma el venezolano Dany Bahar, economista de Brookings Institution.

"Pero en el mediano y en el largo plazo, es importante mantener el asunto apolitizado. La crisis de Venezuela es una oportunidad para construir consenso en todo el espectro político. El problema es que Trump dio un discurso electoral".

Rodríguez ha hecho circular la idea de intercambiar petróleo venezolano por comida. "Se necesita algún tipo de mecanismo de ese tipo. No se puede simplemente dejar morir al país de hambre".

¿O sí? Si Maduro se aferra al poder y el enfrentamiento persiste, la hambruna y hasta el baño de sangre podrían estar entre las posibilidades. Gracias a la presión internacional, Maduro está perdiendo credibilidad y salvavidas.

Rusia, hasta ahora uno de los más cercanos aliados de Venezuela, presuntamente está perdiendo la fe en el gobierno de Maduro, mientras que China, el principal inversionista y acreedor del país, se ha acercado a Guaidó y a la oposición.

Sin embargo. Maduro no ha dado señales de notar el peligro, mucho menos que está cayendo. Mientras que empleados se preparan para ingresar montones de ayuda al país, cerró la frontera con Brasil, amenazó con hacer lo mismo con Colombia y detuvo a miembros de la oposición por viajar a la región, Guaidó entre ellos.

El viernes en la mañana, soldados venezolanos dispararon a civiles que intentaban mantener una parte de la frontera con Brasil abierta a la ayuda, con un muerto y varios heridos como resultado. El espectáculo bolivariano continúa.

Por Mac Margolis