Olivier Ribadeau Dumas dirige una pequeña misa en la gruta vacía de Massabielle en el Santuario de Nuestra Señora de Lourdes en Lourdes, Francia, el 9 de abril de 2020 AFP/Archivos
Olivier Ribadeau Dumas dirige una pequeña misa en la gruta vacía de Massabielle en el Santuario de Nuestra Señora de Lourdes en Lourdes, Francia, el 9 de abril de 2020 AFP/Archivos

“No hay nadie, ya no puedo vivir”. En Lourdes, célebre centro de peregrinaje católico en el sur de Francia, siempre repleto de turistas, los comerciantes manifiestan su angustia por la enorme disminución de público debido al coronavirus.

A causa de COVID-19, “el 80% de los peregrinos cancelaron su venida”, explica Thierry Lavit, alcalde de la ciudad al pie de los Pirineos. “Lourdes se derrumbó”, agrega.

Por primera vez, el santuario conmemorará la Asunción, el 15 de agosto --día clave del año--, con un número de peregrinos limitado a 5,000 al mismo tiempo.

Lourdes es la segunda ciudad hotelera de Francia, detrás de París. Según la tradición católica, la Virgen María apareció allí ante Bernadette Soubirous, en 1858, en la cueva de Massabielle.

Pero esta temporada, alrededor de los comercios tradicionales las calles están casi vacías. Un paisaje insólito para uno de los principales sitios de peregrinación católica del mundo, visitado cada año por millones de fieles.

Reabierto el 16 de mayo, tras un cierre histórico de dos meses, el santuario sufre la cancelación de casi todas las peregrinaciones organizadas.

Comerciante desde hace más de 25 años, David Carpènes afirma “nunca haber visto esto”. “Habitualmente, en julio y agosto, está repleto. Ahora no hay nadie”, continúa. Para setiembre, “tengo dos soluciones. Me declaro en quiebra o pido dinero en la calle. Ya no puedo vivir”, se lamenta.

Afirma que “ya ni siquiera tiene los medios para abastecerse” debido a la caída del 90% en su facturación.

“Esperamos un milagro”

En medio de los emblemáticos tenderetes de la ciudad abundan velas, rosarios y calabazas llenas de agua bendita. Este año sólo faltan peregrinos.

La misma escena desértica en la explanada de la basílica de Saint-Rozaire, que lleva hacia la Gruta, donde sólo hay pequeños grupos de visitantes con mascarillas.

Es el peregrino quien nos falta. Muchos son personas vulnerables que, con COVID-19, no pueden viajar”, explica Claudine González, propietaria de dos comercios, uno de los cuales cerró.

Rodeada de coloridos rosarios, “artículos religiosos por excelencia”, González advierte que “cuando hoteles y restaurantes no funcionan, todo un ecosistema se derrumba”.

Las peregrinaciones se organizan desde abril hasta fines de octubre. Pero, ante el repunte del virus, “no vemos un futuro optimista. Necesitamos ayuda”, añade.

Reflejo de la caída del turismo en la zona, a sólo dos días de la inauguración del 147ª peregrinaje nacional a Lourdes, reabrieron menos de 30 hoteles sobre 135.

No hay gente suficiente para ocupar los pocos hoteles que optaron por reabrir”, señaló Mathieu Porteil, gerente del establecimiento local de la cadena hotelera Mercure.

En la azotea de su establecimiento con vistas a la ciudad, explica que “sólo ha logrado el 25% de facturación desde la reapertura (3 de julio)”.

Para el futuro, la ecuación es simple. “Si volvemos a reconfinarnos, se acabó”.

El gobierno anunció el lunes medidas económicas para apoyar a las actividades dependientes del turismo, incluidos los puestos de 'souvenirs'.

Pero Mathieu Porteil espera otra cosa... “Todavía esperamos milagros. Estamos en Lourdes”, bromea.

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