multimillonarios
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Es la última moda en donaciones caritativas, y la verdad es que ha generado preocupación entre algunas organizaciones benéficas.

Fondos asesorados por donantes (DAF por la sigla en inglés) –dinero que se acumula libre de impuestos en cuentas individuales- reconforman el panorama filantrópico de los Estados Unidos. Luego de crear su cuenta, los donantes eligen cómo la alimentarán y el dinero se acumula hasta que deciden el destino de la donación. Los activos DAF se multiplicaron y sumaban más de US$ 85,000 millones a fines del 2016, en comparación con US$ 30,000 millones en el 2010.

No todos consideran que es una buena noticia. Hay quienes dicen que esa vía podría desacelerar el flujo de dinero que va directamente a organizaciones sin fines de lucro que atienden de forma cotidiana a los necesitados. Por otra parte, incorpora organizaciones de caridad creadas por actores financieros con fines de lucro como Fidelity Investments y Charles Schwab al gran negocio de la filantropía, lo que constituye una gran ventaja para ellos y sus clientes pero, temen algunos, no una ventaja tan evidente para las causas.

El Ejército de Salvación agradece los aportes de DAF, dijo Jeff Hesseltine, director de planificación de donaciones para el territorio occidental de la organización sin fines de lucro. Pero “la mejor opción es que los donantes trabajen de forma directa con recaudadores de fondos del Ejército de Salvación, los cuales pueden evaluar sus fines caritativos, decidir una estrategia de donación” y dar buen uso a los fondos de inmediato.

El interés del sector de servicios financieros por donar está vinculado a la inminencia de una transferencia generacional de la riqueza y al deseo de que los activos no desaparezcan. (Un habitual tópico de marketing de los DAF es la capacidad de dejar a los herederos un legado benéfico.)

El dinero de muchas de esas cuentas comenzó como apreciadas acciones cotizadas en bolsa y “activos complejos” ilíquidos como acciones en firmas de capital cerrado, acciones restringidas, regalías de petróleo y gas e intereses inmobiliarios. Los DAF también han liquidado arte, cruceros, bitcoin y búshels de trigo y soja para fondear las cuentas.

Enormes facturas de impuestos
Si el donante los vendiera, esos activos podrían generar enormes facturas de impuestos. Si se los dona a un DAF, proporcionan grandes beneficios tributarios y un conjunto mayor de fondos benéficos que si se los vendiera y luego se donara el producto de las ventas.

Se ha llamado “fracturación filantrópica” a esa alquimia fiscal, una forma de conseguir más dólares de las carteras de personas ricas. Fidelity Charitable recibió el año pasado US$ 1,000 millones en activos complejos y es probable que obtenga otro tanto este año, dijo su presidenta, Pam Norley. En Vanguard Charitable, más del 80% de las contribuciones de 2017 procedieron de activos ilíquidos como valores, acciones restringidas y bienes raíces.

Los DAF ofrecen ventajas en comparación con las fundaciones privadas. Los donantes que contribuyen con acciones de capital cerrado o bienes raíces a una fundación tienen que darle valor de costo, que probablemente sea bajo en el caso de propiedad depreciada o negocios iniciados en un garaje. La deducción del impuesto sobre la renta tiene un límite de 20% del ingreso bruto ajustado (AGI por la sigla en inglés), que puede trasladarse cinco años.

Si en lugar de ello ese activo se aporta a un DAF, un tasador determina su valor de mercado antes de que se lo done. Eso genera una deducción mayor, que puede compensar hasta el 30% del AGI (y también trasladarse cinco años).

Como el DAF es una organización benéfica, el donante no paga impuesto a las ganancias de capital, como tampoco lo hace el DAF cuando vende el activo.

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