Rex Tillerson
Rex Tillerson

El trabajo de Rex Tillerson al frente de la Secretaría de Estado de Estados Unidos había consistido desde su inicio en hacer malabares entre la diplomacia tradicional y la política a golpe de tuit del presidente, Donald Trump, que ha terminado imponiendo su criterio al despedirle a través de la red social.

Los choques entre el trabajo negociador y multilateral de Tillerson en las relaciones exteriores y las afirmaciones directas y agresivas del mandatario -generalmente a través de Twitter- llegaron a su colofón con una decisión sobre la que ya se había especulado: el despido del exjefe de la petrolera ExxonMobil.

Tillerson, de 65 años, llegó al Departamento de Estado en un momento de tensiones con Latinoamérica por la decisión de Trump de construir un muro en la frontera con México; con Europa debido a sus críticas a la Unión Europea (UE) y la OTAN; y con Oriente Medio por su veto temporal a los inmigrantes de siete países de mayoría musulmana.

Más de un año después de su confirmación, el empresario de marcado acento tejano añade a su currículum una relación atípica entre un presidente y el máximo responsable de la diplomacia, en la que han sido notorios sus desencuentros públicos.

El supuesto episodio de los países "agujeros de mierda"; los descalificativos al líder norcoreano, Kim Jong-un, mientras Tillerson apostaba por la vía diplomática para rebajar la tensión; o las desautorizaciones públicas del mandatario a su labor son algunas de las situaciones que ha tenido que afrontar el exfuncionario.

Durante este período, uno de los logros que puede arrogarse a la diplomacia estadounidense al mando de Tillerson es la voluntad bilateral, al menos por el momento, de que el presidente y Kim se reúnan tras meses de ataques cruzados entre ambos líderes.

La manera de destituir a Tillerson -por Twitter y cuando éste volvía de un viaje por África- se suma a una serie de movimientos sin precedentes durante su desempeño, entre los que destacó la decisión del exsecretario de improvisar una rueda de prensa para negar los rumores sobre su renuncia el pasado de otoño.

Intercalando alabanzas al presidente, en el legado de Tillerson quedarán múltiples confrontaciones con Trump, como cuando se desmarcó de Trump cuando éste culpó a "los dos lados" del incidente en Charlottesville, Virginia, en el que un neofascista mató a una mujer al atropellar a un grupo de contramanifestantes antirracistas.

Tillerson no tenía experiencia en relaciones exteriores más allá de la derivada de sus negocios en la petrolera ExxonMobil, donde ingresó en 1975 hasta ascender a la posición de máximo dirigente de la misma, un puesto que le valió ser considerado por la revista "Forbes" como uno de los 25 hombres más poderosos del mundo.

A priori, en el momento de su nominación ya se podía intuir que tendría algún que otro encontronazo con Trump, por su visión opuesta al proteccionismo comercial del magnate, así como un perfil más progresista en algunos ámbitos como el cambio climático, donde ha reconocido la actividad humana como causante sin dejar de defender los combustibles fósiles.

Nacido en 1952 en Wichita Falls (Texas), Tillerson es hijo de un administrador de los Boy Scouts y a menudo recita lemas de esa organización que él llegó a presidir entre el 2010 y 2012, un periodo en el que permitió por primera vez que los jóvenes abiertamente homosexuales se unieran a sus filas.

Tillerson, que se convirtió en el primer secretario de Estado sin experiencia política en al menos un siglo, resaltaba por sus buenas relaciones con el presidente ruso, Vladimir Putin, debido a sus negocios petroleros con el Kremlin, que le condecoró con la "Orden de la Amistad".

En el 2011, cinco años después de tomar las riendas de ExxonMobil, Tillerson firmó un acuerdo con la petrolera estatal rusa, Rosneft, para explorar juntos unos valiosos recursos en el Ártico.

Pero la alianza quedó congelada por las sanciones impuestas por Estados Unidos cuando Rusia se anexionó en el 2014 la península ucraniana de Crimea, y Tillerson criticó esas restricciones que, como secretario de Estado, ha tenido bajo su poder.

Este fue, de hecho, uno de los aspectos que centró sus audiencias de confirmación en el Congreso, aunque ha resultado ser uno de los altos cargos de la Administración más beligerantes con Moscú.