El pasado 3 de febrero, el nuevo presidente de Argentina, el peronista Alberto Fernández, cenó con la canciller alemana Angela Merkel, en Berlín. Según la prensa, Merkel le preguntó a su invitado: “¿Qué es el peronismo? No lo entiendo. ¿Usted está a la izquierda o a la derecha?”. Imaginemos la conversación que habrían tenido.
Fernández rio. Está acostumbrado a que los extranjeros no sepan mucho sobre Argentina, aparte de Evita, tango e hiperinflación. Pero algo en Merkel le indicaba que aparentaba ignorancia. Así que Fernández dijo cautamente: “Déjeme explicarle. En primer lugar, no somos populistas, esa fue una invención de Mauricio Macri, mi antecesor neoliberal. No nos dedicamos a agitar a las masas”.
“¿En serio?”, preguntó Merkel, nada convencida. “En serio. Soy un socialdemócrata”, insistió el presidente. “Las bases del peronismo son los sindicatos y los pobres, a quienes siempre atendemos. Pero también tenemos el apoyo de los empresarios industriales. Les gustó el proteccionismo del general Juan Perón de hace 75 años y les gusta el de hoy. Y el papa está de nuestro lado”.
“Como siempre, Perón lo expresó mejor”, continuó Fernández. “En 1972, le dijo a un periodista: ‘Mire, en Argentina, 30% son radicales… 30%, conservadores y un porcentaje similar, socialistas’. ‘¿Dónde están los peronistas?’, preguntó el periodista y Perón respondió, ‘Ah, todos somos peronistas’”.
Merkel reflexionó: “Quizás deberíamos intentar esto del peronismo”. Un asesor, ligeramente alarmado, intervino. “Hemos investigado y leído ‘¿Qué es el populismo?’ de Jan-Werner Müller, un científico político alemán. El catedrático escribe que ‘los populistas afirman que ellos, y solo ellos, representan al pueblo’”. El asesor continuó: “Perón dijo que su movimiento ‘dejó de ser la causa de un hombre para convertirse en la causa del pueblo’. También dijo ‘la verdadera democracia es donde el Gobierno hace lo que el pueblo quiere y defiende un único interés, el del pueblo’”.
“Totalmente”, dijo Fernández. “Es por ello que en Argentina no tenemos explosión social”. El fastidioso asesor replicó, “El primer problema es quién decide qué es ‘el pueblo’. ¿Aquellos que discrepan de ustedes pertenecen o no? Lo que es claro para nosotros es que el peronismo es una manera populista de ejercer el poder, y es por eso que ustedes pueden ser tanto de izquierda como de derecha. Müller también escribe que usualmente los gobiernos populistas intentan secuestrar el aparato estatal, son proclives a la corrupción y practican el ‘clientelismo de masas’. Hemos visto eso en Argentina”.
Ante tan fría lógica, Fernández cambió de rumbo: “Nosotros somos los que sabemos cómo manejar el Estado y la economía. Somos los profesionales”. Explicó que en 1989 y el 2002, los peronistas heredaron caos económico. “Y también es lo que Macri me dejó”, se quejó.
“Es verdad”, intervino el asesor. “Pero fueron los peronistas quienes crearon ese desorden. Ustedes han dominado Argentina desde 1946 y en ese periodo el país pasó del Primer Mundo al Tercero”. Hubo un incómodo silencio y la canciller lo cortó: “Presidente Fernández… ¿o puedo llamarlo Alberto’”. “Cristina lo hace”, fue su respuesta.
“Ah, su vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner, quien solía ser la presidenta. Sí, la conocí. Su Gobierno aseveró en el 2015 que había más pobreza en Alemania que en su Argentina, lo cual era absurdo. Y afirmó haber abolido la inflación con el cambio de jefe en el instituto de estadística. Los alemanes nunca consentirían algo así. Habría una revolución”.
“No estamos ocultando la inflación”, replicó Fernández. “He congelado la mayoría de pensiones de jubilación por unos meses, de modo que nos desharemos del déficit fiscal, que es lo que sus banqueros quieren que yo haga. También hemos negociado un congelamiento de salarios con nuestros sindicatos aliados. Como reza el dicho argentino, ‘Algunos traseros sangrarán más que otros’”. La canciller precisó: “Nuestras empresas me dicen que no invertirán en Argentina hasta que usted levante los controles cambiarios y abra la economía”.
“Soy un moderado”, señaló Fernández. “Sé que los dólares no crecen en ombúes. Argentina debe sumarse al mundo, pero usted me está pidiendo que baile tango cuando todavía estoy en cuidados intensivos”. Para terminar la charla, Merkel dijo, en tono consolador: “Puedo ver que no es fácil ser un peronista socialdemócrata”.
“No lo es”, replicó Fernández. “La economía es un desorden, todos esperan que un presidente peronista les colme de dinero, y yo no cuento con nada de plata. Normalmente no bebo, pero necesito una copa de malbec”.