Hong Kong
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Hong Kong está a punto de vivir un evento traumático en sus calles, o al menos transformador, y vale la pena revisar lo que su historia ha significado para el liberalismo. No siempre tuvimos consciencia de esto, pero Hong Kong ha sido una especie de pionero en el mundo en lo referente a la libertad.

Mis primeros recuerdos significativos de Hong Kong provienen de las películas de artes marciales de principios de los años setenta. Actualmente es sorprendente ver la película "Operación Dragón" (1973) de Bruce Lee y cómo retrata a Hong Kong, con cierto desdén, como un lugar pobre que merece la simpatía del público occidental.

Esto no duraría. En 1980, la serie "Libre para elegir" de Milton Friedman llegó a la televisión, y presentaba a Hong Kong como una economía libre con enormes ganancias en los estándares de vida. El panorama era impresionante y se podía obtener todos los permisos necesarios para iniciar un negocio en Hong Kong en tan solo días. El territorio mostraba cómo funcionaban las teorías de Friedman en el mundo real. Hong Kong era el símbolo de una nueva era de mercados más libres y de una globalización creciente.

Esta historia era cierta, en gran medida. Resaltaba algunas de las partes más estatalistas de Hong Kong, como la participación del gobierno en los derechos de tierra y bienes raíces, al igual que en hospitales públicos y el sistema de salud respaldado por el gobierno.

Friedman también recibió muchas críticas de la izquierda, con alusiones a la falta de democracia en Hong Kong, que en ese momento todavía estaba bajo el dominio colonial británico. Su punto más profundo era que la democracia y los mercados libres no eran del todo compatibles. Para estos críticos, Hong Kong exponía el capitalismo como una anticuada idea del "hombre blanco", basado en la historia victoriana, las guerras del opio y el gobierno autocrático.

Sin embargo, la vida real en Hong Kong parecía ser bastante libre, especialmente en comparación con las alternativas del momento, como el estado totalitario de China bajo Mao Zedong.

No obstante, a medida que el contrato británico en Hong Kong se acercaba al vencimiento, se hizo evidente un problema aún más profundo de un Hong Kong no democrático: como no había un soberano legítimo como alternativa que protestara, los británicos simplemente entregaron el territorio a China (vale la pena comparar la experiencia de Hong Kong con la de Taiwán, que evolucionó, se convirtió en un estado democrático libre y sigue siendo independiente).

Hong Kong fue regalado como un pedazo de mercancía colonial. Todos aprendieron de la manera más difícil que la democracia realmente sí importa.

Hong Kong aún se ubica cerca o en la cima de varios índices de libertad económica. Pero esto podría ser una señal de que estos índices han perdido contacto con la naturaleza misma de la libertad. En Hong Kong, la idea de un compromiso creíble a futuro dejó de tener sentido hace algún tiempo ya.

No solo existe el espectro de la intervención china, sino que también hay un entendimiento más amplio de que las reglas del juego pueden cambiar en cualquier momento, incluso lo relativo a procedimientos de extradición. Muchos residentes de Hong Kong saben que están monitoreando y calificando su comportamiento, y también que el rol del gobierno chino será cada vez mayor.

Así, se revela una lección aún más profunda: la libertad no es simplemente la capacidad de comprar y vender productos bajo una regulación mínima y a una tasa impositiva baja, variables que son fácilmente analizadas por los índices de libertad económica. La libertad también tiene que ver con los ideales de la gente y lo que divisan para su futuro. Ambas nociones están muy afectadas por la legitimidad y durabilidad de sus instituciones políticas.

La ceguera parcial frente a estas verdades, de muchos conservadores y libertarios estadounidenses, comenzó en Hong Kong y desde entonces se ha convertido en una aceptación de la presidencia de Donald Trump. Cuando se trata de regulaciones y tasas impositivas, muchos conservadores piensan que Trump va por buen camino, o hasta por muy buen camino.

Podrían estar en lo cierto en estos dos problemas, pero quedan por fuera los aspectos más corrosivos de su administración —tal y como los índices de libertad están obviando el declive de la libertad en Hong Kong.

En 2019, Hong Kong es un ejemplo de poder progresivo y creciente sofisticación de la autocracia. Si bien es posible que haya una masacre similar a la de Tiananmén en las calles de Hong Kong, es más probable que los gobernantes supremos de la parte continental opten por vías más sutiles de ahogar lo que queda de la autonomía y libertad en Hong Kong.

Agotarán a los manifestantes, continuarán enviando señales delicadas de que la oposición está siendo monitoreada y trabajarán arduamente para disipar a las grandes multitudes, con la esperanza de que la próxima vez las protestas sean menores y más silenciosas. China continuará su estrategia de elevar a los partidarios y aplastar a los oponentes, recurriendo a la violencia solo si es absolutamente necesario.

No sé qué pasará en Hong Kong. Pero en este momento, apostaría por el Partido Comunista de China y no por los manifestantes. Esto también es una afirmación sobre la libertad en el mundo moderno.

Por Tyler Cowen

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