Trump
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Sin ser un gran orador, Donald Trump ha demostrado que es capaz de pronunciar discursos fuertes, emotivos, que dan una buena idea de su visión y hacen que la gente diga que, por fin, parece un presidente en serio. Acto seguido, el teleprompter se apaga.

Una y otra vez, Trump pronunció discursos bien recibidos, que siguió al pie de la letra, para luego hacer comentarios por su cuenta extremadamente polémicos que diluyen la aceptación inicial. Su primer informe anual sobre el Estado de la Unión, programado para el martes, será un nuevo examen, y tal vez el más difícil, sobre no solo si es capaz de pronunciar un buen discurso sino también sobre si puede seguir la línea fijada por la Casa Blanca.

“No es muy disciplinado en cuanto al mensaje”, expresó Ari Fleischer, quien fuera secretario de prensa del presidente George W. Bush hijo. “Prácticamente cada vez que gana terreno, se descarrila con un tuit en lugar de seguir generando buena voluntad”.

El informe da a los presidentes la posibilidad de publicitar sus logros del último año y de marcar pautas para el futuro. Cada palabra es estudiada, lo mismo que cada gesto. Se hacen cuidadosos ensayos. Para Trump, que tiene índices de aprobación muy bajos y encara una investigación de los lazos de su campaña con Rusia, el discurso es especialmente importante.

“Este es uno de los pocos eventos en los que el presidente tiene 30 o 40 millones de personas viéndolo”, destacó Fleischer. “Y en el que tienen todo bajo su control. No reaccionan a lo que está pasando. Lo controlan todo y deben producir una buena impresión”.

El 27 de febrero pasado Trump estuvo a la altura de las circunstancias en su primer discurso ante una sesión conjunta del Congreso. Para sorpresa de sus detractores, hizo un llamado a la unidad y dijo que había pasado el momento “de las peleas por cosas triviales”.

“Debemos tener el coraje de compartir los sueños que llenan nuestros corazones. El valor de expresar las esperanzas que estremecen nuestras almas. Y la confianza de hacer realidad esas esperanzas y esos sueños”.

El discurso enloqueció a los republicanos y generó algunas manifestaciones de aprobación incluso entre los demócratas. Muchos observadores se preguntaron si Trump había encontrado el camino y estaba listo para iniciar un nuevo capítulo, más responsable.

Todo esto duró una semana.

El 4 de marzo lanzó una serie de tuits en los que acusó a su predecesor Barack Obama de autorizar la intercepción de comunicaciones en la Trump Tower, una afirmación sin sustento que redondeó diciendo que Obama era un “tipo malo (o enfermo)”. Los comentarios generaron enorme revuelo y tiraron por la borda todos los progresos de la semana previa.

No fue la única vez que Trump desaprovechó la buena onda generada con alguna intervención. En junio pronunció un medido discurso a la nación después de una balacera durante una partido de béisbol entre legisladores y dos días después criticó en Twitter a su propio Departamento de Justicia al tiempo que afirmaba que la investigación de sus lazos con Rusia era una “caza de brujas”.

Y un día después de pronunciar un estruendoso discurso aceptando la nominación para presidente en la convención republicana, Trump convirtió lo que se suponía debía ser un breve agradecimiento a los voluntarios en una perorata que buscaba ajustar cuentas, insistiendo en una teoría conspiratoria según la cual el padre de Ted Cruz, uno de sus rivales en las primarias, había estado involucrado en el asesinato de John F. Kennedy.

La Casa Blanca lleva semanas preparando el informe anual, buscando aportes de los jefes de gabinete y de los directores de distintos organismos del gobierno. El discurso ha sido analizado y retocado varias veces y el mismo Trump aportó algunas notas escritas a mano.

Se espera que Trump haga hincapié en la inmigración y la seguridad nacional, resalte su esperanza en la firma de nuevos acuerdos comerciales y revele algunos de sus planes para renovar la infraestructura.

Lo más probable es que Trump se apegue al discurso al menos una noche. Pero nadie sabe lo que puede pasar después.