MDN
Turquía

| Hace dos milenios, un pequeño templo grecorromano en la actual Turquía impresionó y cautivó a sus residentes. Más allá de su entrada de piedra, en una gruta envuelta en una pesada niebla, una fuerza extraña realizaba oscuras maniobras: los toros que entraban se echaban y morían; los sacerdotes castrados que estaban a cargo salían ilesos.

¿Era la voluntad sedienta de sangre de Plutón, el dios del inframundo? ¿El poder sobrenatural de los sacerdotes? Una nueva investigación publicada en febrero en la revista Archaeological and Anthropological Sciences sugiere una explicación mucho más terrenal para el misterio de la cueva: nocivo dióxido de carbono.

Utilizando un analizador de gases portátil, el biólogo volcánico Hardy Pfanz dirigió un equipo de científicos para descubrir que los vapores que emanaban de la boca de la cueva –desde una fisura que se extendía profundamente bajo el área- alcanzaban niveles de 4% a 53% de dióxido de carbono volcánico, dependiendo de la distancia desde el suelo.

Cuanto más bajo era el suelo de la cueva, mayor la cantidad de gas sofocante, que formaba un lago letal de dióxido de carbono. (El gas nocivo es más pesado que el oxígeno, por lo que se asienta más abajo, una de las razones por las que las fugas de CO₂ en su casa vuelven mortales a los sótanos). Los animales cuyas narices apuntan al suelo probablemente respiraban mucho más gas que los humanos que caminaban en posición vertical junto a ellos, lo que podría explicar la milagrosa inmunidad de los sacerdotes.

Aunque fue redescubierta solo en el 2013 cerca de la ciudad de Pamukkale -famosa por sus surrealistas terrazas de travertino con aguas termales declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco-, la existencia de la cueva se conoce desde la antigüedad como parte de lo que entonces era Hierápolis.

Conocida como "Plutonio" en honor a Plutón, se creía que era una puerta al inframundo y una forma de comunicarse con el dios ofreciendo sacrificios animales. Los espectadores miraban con incredulidad desde un área cercana.

Una descripción escrita por el geógrafo griego Estrabón, quien vivió desde 63 a.C. a 24 d.C., tiene mucho más sentido dado lo que sabemos hoy: "Este espacio está lleno de vapor tan brumoso y denso que apenas se puede ver el suelo... los toros que son llevados a ella caen y son sacados muertos", escribió.

Pero aunque los sacerdotes entraban y salían ilesos de la cueva, Estrabón señaló que "aguantaban la respiración tanto como [podían]"y mostraban "indicios de un tipo de ataque de asfixia".

Dos mil años más tarde, los visitantes aún deben tener precaución con la entrada; durante la excavación del 2013, los arqueólogos vieron caer muertas a varias aves que volaban demasiado cerca.

Por supuesto, solo llegar aquí podría ser un desafío. A partir de 2015, la compleja relación de Turquía con Rusia ha deteriorado su industria del turismo, que a pesar de un breve resurgimiento el año pasado sigue perjudicada por las tensiones con el gobierno de Estados Unidos.

En diciembre, EE.UU. y Turquía suspendieron mutuamente los servicios de visa en medio de una disputa sobre el arresto de un empleado local del consulado de EE.UU. en Estambul. Los servicios se reanudaron con posterioridad, pero en enero el gobierno estadounidense instó a sus ciudadanos a suspender los planes de viaje a la región, argumentando preocupaciones por terrorismo.

¿El lado bueno? El miedo generalmente mantiene a raya a las multitudes de turistas. Si lo visita, puede disfrutar del Plutonio solo para usted.

TAGS RELACIONADOS