Guerra comercial
Guerra comercial

¿Terminó la falsa? Con sus planes de imponer aranceles del 25% a US$ 50,000 millones en productos estadounidenses como soja, automóviles y aviones, China parece haber intensificado la batalla económica transpacífico.

Los ataques iniciales entre causaron poco más que rasguños. Hubo una serie de gravámenes a las exportaciones de acero y aluminio a Estados Unidos, que en gran medida excluyeron a los países que exportan a EE.UU.; un arancel a las importaciones infinitesimales de carne de cerdo estadounidense y un comercio de chatarra que Pekín ya está tratando de eliminar; y luego la lista de aranceles más fuerte de US$ 50,000 millones del martes publicada por Washington, que -sin embargo- fue diseñada cuidadosamente para ser casi invisible para el estadounidense promedio.

Deje de lado la lista de de Pekín y verá que en muchas áreas una vez más hay menos de lo que se ve a simple vista.

Ciertamente, la lista ofrece algunos golpes sensacionalistas a distritos electorales selectos. Hay un impuesto especial a los cranberries, que en la actualidad se cultivan principalmente en Wisconsin, el estado de origen del presidente de la Cámara de Representantes, Paul Ryan.

Otro afecta a la industria del whisky asociada con la base del líder de la mayoría en el Senado -Mitch McConnell- en Kentucky, utilizando una medida del plan de represalia en la guerra comercial de la Unión Europea. Y no olvidemos los impuestos al jugo de naranja fresco, que se estima afectarán a los productores en el estado electoralmente indeciso de Florida.

Debajo de eso, sin embargo, muchos de los detalles sugieren un enfoque más moderado. Los aranceles a los aviones excluyen todas las aeronaves con un peso operativo en vacío superior a 45 toneladas métricas, una disposición que busca excluir a cada avión que le importe a ; y, en cualquier caso, las compañías aeroespaciales pueden evadir los aranceles postergando los pedidos a China y adelantando las entregas a arrendadores en otras partes del mundo.

Siete de las categorías comerciales afectadas se relacionan con la carne de vacuno, que volvió a importar desde Estados Unidos el año pasado -en cantidades mínimas- después de una prohibición de 14 años debido a los temores por el mal de las vacas locas. Nuevos aranceles del 25% sobre el trigo y el maíz no supondrán mucho daño adicional a un intercambio comercial que es mínimo dado el arancel de importación del 65% que China ya cobra a esos cultivos.

El peso de la represalia se reduce a seis categorías: autos, soja, plásticos, tabaco, sorgo y productos químicos. Hay una astuta estrategia política enterrada en esa lista: los tres primeros sectores están muy concentrados en los estados del medio oeste que se extienden desde Ohio hasta Wisconsin y que pasaron de apoyar a Obama en las elecciones del 2012 a Trump en el 2016. Las granjas de tabaco y sorgo también tienden a ser tradicionalmente áreas conservadoras del sur -Texas, Virginia y Carolina del Norte- donde los demócratas han estado incursionando cada vez más.

Ese enfoque de la política primero tiene más sentido. Por toda la palabrería, cada lado sabe que tiene más que perder que ganar si la situación se sale de control. Convertir la base de Trump en defensores de la reducción de las tensiones y ofrecer algunas concesiones en cuestiones como la transferencia de tecnología, las empresas conjuntas automotrices y las finanzas que Pekín ya había estado proponiendo parece la forma perfecta de alejarse de estas tensiones.

Con las últimas escaramuzas que imponen aranceles a aproximadamente un tercio de las importaciones chinas desde EE.UU. y a una décima parte del comercio en la dirección opuesta, cada lado ahora tiene sus manos en armas reales, pero por esa misma razón, las condiciones están dadas para un alto el fuego.

Pekín y Washington en realidad no quieren hacer que el otro entre en vereda, sino que quieren que siente a la mesa de negociaciones.

Por David Fickling y Shuli Ren

Esta columna no necesariamente refleja la opinión de Bloomberg LP y sus dueños.