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Pese al lobby, parece que Google simplemente no puede ganar en Europa. La autoridad francesa que regula los temas de privacidad echó por tierra la afirmación del gigante estadounidense de la internet acerca del cumplimiento de la legislación sobre protección de datos y su amenaza de retirar su servicio de agregado de noticias en la región probablemente no será tan efectiva como piensa la compañía.

Los problemas de Google con las autoridades antimonopolio de la Unión Europea son bastante conocidos: la empresa recibió una multa de 2,400 millones de euros (US$ 2,700 millones) en el 2017 por abusar de su posición dominante en cuanto a los servicios de comparación de precios y otra de 4,300 millones de euros el año siguiente por obligar a fabricantes de smartphones con Android a preinstalar aplicaciones.

Otra investigación antimonopolio, que esta vez involucra a su herramienta de publicidad AdSense, está en curso.

No obstante, hay dos áreas importantes en donde el ataque europeo a Google aún está en su infancia: privacidad y propiedad intelectual. Esto está cambiando.

La decisión del lunes de la agencia francesa de protección de datos CNIL es un inicio importante respecto al primer frente, más allá de que la multa de 50 millones de euros del regulador es un error de redondeo comparada con los US$ 11,000 millones en ingresos trimestrales que la matriz de Google, Alphabet, genera en Europa, Medio Oriente y África.

Luego de que el Reglamento General de Protección de Datos (RGPD) de Europa entrara en vigor en mayo del 2018, gigantes tecnológicos como Google, Facebook y otros hicieron alardes de cumplir con la ley al pie de la letra, exigiendo el consentimiento de los usuarios para varias prácticas de recolección de datos, pero nunca cumplieron plenamente con la demanda clave del RGPD de privacidad por diseño y por defecto.

No es fácil para los usuarios optar a no ser monitoreados. En junio, la agencia noruega que protege a los consumidores del país documentó los esfuerzos de Google tendientes a desincentivar a los usuarios de ejercer sus derechos de privacidad.

La reticencia del gigante de internet a cumplir con la legislación fue evidente para los activistas sobre la privacidad desde el comienzo. El 25 de mayo, un grupo denominado "None of Your Business", encabezado por el abogado austriaco Max Schrems, interpuso una serie de reclamos ante distintas autoridades europeas en materia de privacidad, con la idea de acabar con la práctica de consentimiento forzado de la compañía. Las ruedas de la burocracia se mueven con lentitud, pero ahora la agrupación y su aliado francés, La Quadrature du Net, tienen su primer resultado.

Hasta ahora, CNIL solo ha abordado una queja específica contra Google: que el proceso para crear una cuenta en Google, más o menos esencial para usar un teléfono con Android, hace que los usuarios pasen por un proceso turbio de consentimiento en vez de permitirles elegir libremente una configuración de privacidad comprensible.

El regulador dictaminó que el consentimiento obtenido a través de este método no es suficientemente informado, es poco específico y ambiguo. El usuario realmente no entiende a qué datos otorga acceso ni para cuál propósito.

No se sabe si la decisión de CNIL abrirá las compuertas y vendrán más dictámenes basados en el RGPD. Se necesita coraje para que las autoridades nacionales de protección de datos se enfrenten mano a mano con una potencia como Google, que gasta millones de dólares en lobby, celebra miles de reuniones con funcionarios de la UE y puede costear la mejor representación legal y los juicios más prolongados.

En Francia, la titular de CNIL, Isabelle Falque-Pierrotin, dejará su cargo a fin de mes y no tendrá que lidiar con el contraataque de Google. La compañía trasladará todas sus operaciones en Europa a la jurisdicción de la autoridad irlandesa de protección de datos, la cual, según La Quadrature du Net, "no cuenta con suficiente personal y está saturada de quejas".

Sin embargo, es posible que reguladores sobre privacidad activistas en otros países europeos de todas formas se enfrenten a Google en conjunto con la autoridad irlandesa. La guerra por la privacidad recién comienza y hay muchos defensores de la protección de datos en Europa, lo que garantizará que no se vaya apagando.

El frente de la propiedad intelectual recién se está empezando a abrir. Las normas europeas sobre derechos de autor que pueden obligar a Google y a otras empresas a pagar por mostrar fragmentos de contenidos con derechos de propiedad, como noticias, aún no han tenido efecto. Dependerá de los gobiernos de los Estados miembros de la UE decidir cuán duros serán sobre el tema.

Google trata de deshacerse del problema mediante la amenaza de retirar su servicio de noticias en toda Europa, tal y como lo hizo en España a fines del 2014 luego de que dicho país aprobara una ley que exigía a la compañía pagar a las editoriales.

No obstante, es poco probable que la amenaza sea efectiva. En España, estudios revelaron que la salida del servicio de noticias de Google redujo el tráfico en sitios noticiosos más pequeños, pero no en aquellos más grandes, que registraron un aumento de los accesos directos.

Incluso dejando de lado el mayor poder de cabildeo de los medios más grandes, el agregado de noticias es un negocio competitivo. El año pasado, a medida que Google se retiraba de la distribución de noticias, otros servicios --incluidos los de la empresa-- y las propias aplicaciones y páginas de las editoriales aprovecharon rápidamente la situación.

No es muy probable que las editoriales extrañen mucho el servicio de noticias de Google si desaparece. El hecho fundamental de su negocio es que la gente busca informarse y conseguirá esa información a través de otras fuentes, incluidos agregadores más dispuestos a repartir los ingresos por publicidad que Google.

No es casualidad que Google se enfrente a estas escaramuzas y una batalla tributaria en Europa. La manera de hacer negocios de la empresa estadounidense es incompatible con el énfasis de la región en satisfacer a todos los participantes.

Dudo que Google pueda evitar cambiar su comportamiento en el largo plazo, tal y como Uber tuvo que controlar su cultura de combatir las regulaciones. Google tiene mucho dinero para controlar daños, pero estos ataques seguirán ocurriendo. Tal vez sea más reconfortante pensar que son como mordeduras de mosquitos, pero Europa puede ser un lugar incómodo e infestado de mosquitos incluso para un elefante de piel gruesa del tamaño de Google.

Por Leonid Bershidsky

Esta columna no necesariamente refleja la opinión de la junta editorial o de Bloomberg LP y sus dueños.

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