Jair Bolsonaro
Jair Bolsonaro

asumirá la presidencia de Brasil en menos de dos semanas con una agenda liberal que alimenta expectativas similares a las observadas con Fernando Henrique Cardoso, quien impulsó privatizaciones y reformas generalizadas cuando encabezó la mayor economía de a mediados de los años noventa.

Cardoso abrió la economía y lideró una venta masiva de activos estatales que incluyo a empresas de telecomunicaciones y al gigante del mineral de hierro Vale.

El futuro ministro de Hacienda de Bolsonaro, Paulo Guedes, llega con una idea similar: el economista con estudios en la Universidad de Chicago se ha comprometido a reducir el tamaño del gobierno y vender docenas de activos estatales, aunque empresas consideradas estratégicas, como Petrobras y Eletrobras, no serán parte de ese proceso.

Los inversionistas piden al gobierno de Bolsonaro un cambio al sistema de pensiones, tema que Cardoso no abordó. Su propuesta de reforma al sistema de seguridad social, que en ese entonces ya era una carga para las cuentas fiscales de Brasil, no fue aprobada en el Congreso.

El escenario externo poco amigable que Bolsonaro enfrentará también lo vivió Cardoso. Durante sus ocho años en el cargo lidió con los efectos de las crisis en México, Asia y Rusia, además de la turbulencia causada por el fin del tipo de cambio fijo de Argentina y el ataque terrorista del 2001 contra Estados Unidos.

Bolsonaro asumirá la presidencia en un momento de incertidumbre para el economia mundial y problemas para los principales socios comerciales de Brasil: China se encuentra en desaceleración, EE.UU. acaba de elevar la tasa de interés y Argentina atraviesa una recesión.

La Liga Árabe, que se ha convertido en un importante mercado para la carne brasileña, aconsejó al próximo mandatario reconsiderar sus planes de trasladar la embajada del país sudamericano en Israel a Jerusalén.

Con el entorno complicado en el extranjero, la agenda liberal de Cardoso no fue suficiente para potenciar los mercados brasileños.

Las acciones cayeron en cinco de sus ocho años en el cargo, mientras que el real se debilitó cada año, incluido un gran declive en su último año, al tiempo que los inversionistas se preocupaban por el ascenso de Luiz Inácio Lula da Silva del Partido de los Trabajadores a la presidencia.

Ahora, los inversionistas tienen grandes expectativas sobre los mercados brasileños en la era Bolsonaro y apuestan a que sus privatizaciones y la reforma fiscal generarán un repunte. No obstante, entre la ola de ventas fuera del país y la cautela de los inversionistas foráneos, lo avanzado ya comienza a desvanecerse.