Kiribati. (Foto: El País).
Kiribati. (Foto: El País).

De los habitantes de Kiribati, un Estado compuesto por 33 islas en medio del Pacífico, se ha dicho que algún día se convertirán en la Atlántida y que quedarán irremediablemente sumergidos bajo las aguas del océano.

Un informe de la ONU alertaba en 1989 de que se convertiría en el primer país víctima del cambio climático en el siglo XXI, al ser engullido por las aguas. El Gobierno ha diseñado en estos años un plan de evacuación a las cercanas Islas Fiyi por si esto llegara a producirse y su expresidente Anote Tong ha recorrido el mundo en la última década llevando el nombre de su país por todos los foros posibles: la sede de la ONU, las cumbres climáticas, programas de televisión, visitas oficiales a otros Estados, el Vaticano, entre otros. 

El fotoperiodista canadiense Matthieu Rytz aterrizó en este país para un reportaje hace cuatro años y se dijo: "Esta es mi historia". Sin ninguna experiencia previa en rodajes, invirtió todos sus ahorros en seguir a Tong en sus viajes para grabar el documental Anote's Ark, que se estrenó en Sundance y que se proyectará en el Another Way Film Festival, que se celebra del 4 al 7 de octubre en Madrid. Esta cita cultural proyecta una veintena de documentales sobre activismo, desarrollo sostenible, consumo responsable y salud global. La historia de Anote clausura la programación. 

Los habitantes de Kiribati son gente de agua. Juegan en ella, obtienen de ella sus alimentos diarios, son azotados por potentes tormentas, sus casas están construidas a pie de playa. "Para ellos tiene un sentido casi espiritual, sienten un gran respeto por el océano porque cuando estás allí literalmente solo ves océano", explica el cineasta. Más allá de ser devorados completamente por el Pacífico, sus habitantes se enfrentan ya a la falta de agua potable y algunos pueblos a orillas del mar ya han tenido que desplazarse unos metros al interior del territorio.

El documental de Rytz contiene preciosas imágenes en las que el agua, que les da vida y puede acabar matando su país, es la protagonista. Grandes planos grabados con un dron muestran el inmenso azul que rodea a Kiribati y en el que sus ciudadanos se sumergen cada día.

Mientras limpia un pescado, Tong resume así la realidad que lleva viviendo más de una década: "Los que se han ido han perdido la conexión espiritual con Kiribati, porque ya no se consideran a sí mismos indígenas. No podemos resistirnos, estas islas van a desaparecer. Si nos vamos, preservar nuestra cultura y tradiciones no va a ser nada fácil", señala uno de sus habitantes.

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