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Una presidencia ilimitada de Xi Jinping parece una garantía de estabilidad para la economía china, pero el intervencionismo estatal y la ausencia de contrapeso complican la apertura del mercado, estiman los expertos.

Esto puede parecer una señal de estabilidad para la economía china en plena fase de reequilibraje y desendeudamiento. Pero, el intervencionismo del Estado y la ausencia de contrapesos complicarían todo incremento de la apertura de los mercados, juzgan los expertos.

Gracias a una modificación constitucional propuesta por el Partido Comunista chino (PCC), Xi Jinping, presidente desde el 2013, podría mantenerse a la cabeza del régimen y pilotar la segunda economía del mundo tanto tiempo como lo desee.

Un largo periodo de control absoluto podría permitirle concretar las reformas que ha prometido, en particular para reducir los riesgos financieron y reequilibrar su modelo económico.

"En principio, la centralización del poder vuelve la economía más coherente y eficaz, al reducir los desacuerdos", indica a la AFP Louis Kuijs, del Instituto Oxford Economics.

"Las autoridades podrán decidir las prolongaciones: muchas reformas juzgadas cruciales, sobre todo en las empresas estatales, constituyen una agenda de varias décadas", abunda Raymond Yeung, analista del banco ANZ.

Emblema de la continuidad: el cercano consejero económico de Xi, Liu He, sería nombrado viceprimer ministro y podría, según varios expertos, convertirse en gobernador del banco central.

Además, Liu es el arquitecto de la política actual de reequilibraje del modelo de crecimiento chino, en beneficio de los servicios y de las nuevas tecnologías, y en detrimento de las industrias pesadas, cuya sobrecapacidad ha sido drásticamente reducida.

¿Menos focalizado en el PBI?
De la misma manera, las iniciativas faro del presidente, como el proyecto de infraestructuras de las Rutas de la Seda en Asia o la ardua campaña anticontaminación, se verían fortalecidas.

Así como los esfuerzos en curso para encauzar la colosal deuda china: Pekín ha endurecido las condiciones sobre el crédito y quiere sofocar las "finanzas a la sombra" no reguladas.

"La estabilidad financiera y el medio ambiente también se volverán importantes, inclusive más que el crecimiento económico", hasta ahora la prioridad del gobierno, estima Raymond Yeung en una nota.

"El desafío crucial a corto plazo, es el desendeudamiento", observa Wei Yao, analista del banco Société Générale, incluso si el endurecimiento reglamentario en el sector financiero "penalizaría a la economía real".

Asi es, "Xi estará en condiciones de imponer reformas difíciles" ante las facciones y grupos de interés, en particular para la delicada reorganización de las empresas estatales, "e incluso aceptaría (para ello) una dolorosa desaceleración del crecimiento", admite Julian Evans-Pritchard, de Capital Economics.

Pero, el economista se muestra "escéptico": las autoridades se mantienen "reticentes" a aceptar la inevitable "contrapartida" del desendeudamiento, o sea, la asfixia de la actividad, a su parecer. "Xi quiere la mantequilla y el dinero de la mantequilla", sintetiza.

La agenda de "reformas" de Xi Jinping va desde la lucha anticontaminación al desendeudamiento, y de desinflar una oferta inmobiliaria excesiva a la reducción de la sobrecapacidad industrial...

"Pero él no ataca la raíz de estos problemas: ¡la intervención excesiva del Estado en la economía! Su principal objetivo parece fortalecer el rol del sector estatal para mantener el poder de las autoridades", observa Evans-Pritchard.

Por otra parte, aunque Pekín promete "abrir a lo grande" el mercado chino a las empresas extranjeras, Bruselas y Washington denuncian, por el contrario, el proteccionismo en aumento del gigante asiático.