Venezuela
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Días antes de la fecha del parto, Raquel Reyes comenzó a sangrar. El hospital de La Fría, Venezuela, carecía de personal e incubadoras y envió a casa a la joven de 18 años. La muchacha recurrió entonces al servicio médico dirigido por cubanos, fundado cuando el dinero del petróleo era abundante, pero el edificio estaba abandonado y sin electricidad.

"No había nadie, ni un doctor", lamentó. "Todo estaba oscuro y se había ido la luz, entonces nosotros tomamos la decisión de venir para Cúcuta".

Así comenzó una caminata a la ciudad fronteriza colombiana para dar a luz a su primer hijo. Afligida por calambres abdominales y entrando en pánico, Reyes se desplazó por caminos de tierra controlados por pandillas armadas, luego cruzó un río en un pequeño bote de madera y finalmente llegó a Cúcuta y la sala de maternidad.

En hospitales, aulas y refugios para migrantes, los vecinos de Venezuela pagan la cuenta por la implosión económica del país.

Millones han huido del régimen del ilegítimo presidente Nicolás Maduro como parte de la emigración masiva más grande de la historia moderna latinoamericana. Cerca de 200 personas abandonan el país cada hora y si las cosas no cambian pronto el éxodo pronto superará los 6.3 millones de refugiados producto de la guerra civil siria.

En Cúcuta, el 75% de los recién nacidos en el hospital Erasmo Meoz durante los dos primeros meses de este año son de madre venezolana, lo que se compara con el 5% en el 2016, según el doctor Norberto García, jefe de su unidad de maternidad. La deuda del hospital se ha disparado a unos US$ 14 millones frente a US$ 1 millón antes de la crisis, señaló.

"Cada día vemos que llegan más personas extranjeras, en este caso venezolanas, y que se tiene que invertir una serie de recursos, medicamentos, insumos y aumentar el número de horas del personal, pero el dinero que se debe ingresar para poder mantener la institución no está ingresando de la manera que se requiere para poder garantizar este tipo de atenciones", afirmó García.

La diáspora venezolana puede aumentar a cerca de 8 millones a fines del próximo año respecto a los 3.4 millones actuales, según la Organización de Estados Americanos. Esto está creando una nueva subclase en Sudamérica: desde Ciudad de Panamá hasta Buenos Aires, venezolanos desesperados venden caramelos en los semáforos, venden sus cuerpos en las calles, cosechan café y hacen entregas. Algunos incluso se han unido a las guerrillas marxistas de Colombia, que llenan un vacío de autoridad en la región fronteriza.

"La situación ya está abrumando al gobierno colombiano", aseguró Sergio Guzmán, director de Colombia Risk Analysis, consultora de Bogotá. "Los hospitales en Cúcuta ya gastaron sus presupuestos para este año y más".

Incluso Chile, la economía más rica de la región, siente la presión. Hace un año, cuando la migración era mucho menor, el gobierno estimó el costo de la atención médica y la educación para los migrantes en más de US$ 260 millones al año.

El gobierno del presidente Sebastián Piñera modificó las normas para la entrega de visas, pero esto redujo el flujo de personas solo de manera temporal.Chile, Ecuador y Argentina albergan a un total de 620,000 venezolanos y Perú tiene 700,000, pero Colombia, que comparte con Venezuela una frontera poco vigilada de 2,250 kilómetros, recibe la mayor parte.

Al menos 1.2 millones de migrantes y refugiados están en el país y miles más ingresan cada día, según un informe del mes pasado de la OEA. El mes pasado, Naciones Unidas levantó lo que parece ser el primer campamento en la región fronteriza --técnicamente es un "Centro de Atención Integral"-- para entregar comida y refugio a los venezolanos que han vivido en condiciones difíciles cerca del cruce en la localidad de Maicao.

Además de brindar servicios a los migrantes, Colombia ayuda a decenas de miles de venezolanos que cruzan la frontera cuando tienen una emergencia médica. Toda la semana, al amanecer, más de mil niños cruzan para asistir a escuelas colombianas, porque el sistema educativo también colapsó.

Todo esto cuesta dinero. La semana pasada, Colombia incrementó sus objetivos de déficit, lo que le permite endeudarse por los servicios que Venezuela ya no puede pagar. La verdad es que Colombia tampoco puede pagarlos fácilmente. Las agencias calificadoras ya acechaban al país y Bank of America escribió en un informe de marzo que la nación podría sufrir este mes una baja de su calificación soberana.

La atención médica es uno de los servicios más caros. En Venezuela, la malnutrición se ha vuelto endémica, no se dispone de medicamentos comunes a ningún precio y las enfermedades curables que se originan en los trópicos comienzan a propagarse.

El gobierno colombiano ha entregado más de 900,000 vacunas a venezolanos en el último año y medio, según el Ministerio de Salud, principalmente a menores de 5 años. En el peor de los casos del gobierno, la cantidad de migrantes en Colombia seguirá multiplicándose y funcionarios de salud temen la propagación de la malaria y la tuberculosis, agravada por la falta de comunicación con las autoridades del otro lado de la frontera.

Muchos de los que huyen son jóvenes y, como en el caso de Reyes, en edad fértil. En el 2012, un bebé tenía más posibilidades de sobrevivir en un hospital venezolano. Para el 2017, sus posibilidades eran el doble de buenas en Colombia, según el Banco Mundial. Mientras la mortalidad infantil se disparó un 76% en Venezuela durante ese lapso, a 26 por cada 1,000 recién nacidos, en Colombia se redujo a 13 por cada 1,000.

Los embarazos venezolanos son riesgosos debido a la falta de atención prenatal y la desnutrición, explicó García. Cinco de las seis madres que murieron durante el parto en el hospital el año pasado eran venezolanas.

Los bebés nacidos en Colombia no se convierten automáticamente en ciudadanos del país, pero muchas madres esperan quedarse el tiempo suficiente para que sus hijos puedan optar a la nacionalidad colombiana y tener así una mejor oportunidad en la vida, lo que revierte lo ocurrido en la mayor parte de la historia de ambas naciones, cuando migrantes huían de la Colombia empobrecida y devastada por la guerra en busca de paz en la Venezuela pacífica y con abundancia de petróleo.

El hijo de Reyes, Jahaziel, nació el 26 de marzo y pesó casi 3 kilos. La sala estaba limpia y bien iluminada. El bebé tenía sus mejillas rojas y sanas y vestía un mono con pelotitas de béisbol. Raquel Reyes regresó a Venezuela tres días después.

"Me atendieron muy bien y le dieron todas las vacunas al bebecito", comentó. "Que Dios los bendiga mucho a ellos por toda la ayuda que ellos dan a todos los Venezolanos, porque en ese Hospital ellos están atendiendo practicamente puros venezolanos".

Colombia no le cobró un solo peso.