Hasta la década de 1980, las bendiciones de la revolución industrial parecían limitarse a un puñado de países de Europa occidental, Asia oriental, Estados Unidos, Australia y Canadá. Pero en las últimas tres décadas, ha habido un cambio radical, y los países en desarrollo han dado grandes pasos para ponerse al día. Aunque la desigualdad ha aumentado en algunos países, a nivel global está disminuyendo.
Gran parte de esta nivelación ocurre actualmente en países que aún son pobres, como India o Indonesia. Para un economista, o alguien que se preocupa por aliviar el sufrimiento de las personas más pobres del mundo, esto representa un milagro. Pero un escéptico de la globalización podría preguntarse si realmente se puede tildar de éxito si los niveles de vida de la clase media siguen siendo el privilegio exclusivo de un puñado de naciones, muchas de ellas antiguas potencias coloniales.
Recientemente, sin embargo, una serie de naciones fuera del antiguo núcleo desarrollado han demostrado que los escépticos están equivocados. Estos países recién industrializados aún no han alcanzado los estándares de vida de los países desarrollados, pero se están acercando.
Un ingreso de US$ 20,000 tal vez no parece mucho en comparación con los más de US$ 45,000 que pueden disfrutar en Reino Unido, el primer país en industrializarse. No obstante, este nivel de producto interno bruto per cápita significa que una gran parte de la población tiene un apartamento cómodo, un automóvil familiar y/o un sistema de transporte público que funciona bien, y acceso a atención médica decente y de calidad.
Más que todo, significa seguridad: es saber que mañana no traerá una privación repentina de alimentos, vivienda, movilidad o acceso a comodidades básicas. Por supuesto, estos países aún tienen población en situación de pobreza, al igual que países ricos como EE.UU., pero ya no es la norma.
Además, el crecimiento en estos países no se estabiliza. Si bien algunos economistas han advertido sobre la llamada trampa de los ingresos medios, la mayoría de países recientemente industrializados parece acercarse al mundo rico de manera aún más rápida en los años posteriores a la Gran Recesión:
Hasta ahora solo hay un puñado de países recientemente industrializados; aunque como China es uno de ellos, representan una fracción considerable de la población mundial. Sin embargo, un análisis de su experiencia proporciona algunas ideas importantes y plantea muchas esperanzas para el futuro de la globalización.
En primer lugar, es evidente que los países que están a punto de alcanzar el estatus de país desarrollado representan una amplia muestra representativa de la humanidad. Turquía y Malasia son mayoritariamente países musulmanes, que desmienten el chovinismo occidental que sostiene que algunas culturas son incapaces de modernización.
México, que ahora es un país de ingresos medios, desafía los estereotipos altivos de algunos en EE.UU. Polonia y Rumanía demuestran que la recuperación del comunismo es posible, mientras que China no deja duda alguna de que los países no occidentales pueden convertirse en potencias tecnológicas. Estos países se están convirtiendo en fuentes no solo de productos baratos para los consumidores de países ricos, sino también de importantes innovaciones tecnológicas, una creciente demanda del mercado e incluso competencia.
En segundo lugar, las historias de éxito de lugares como Turquía, Malasia y México dejan lecciones que pueden ayudar a otros países a seguir sus pasos. Es obvio, por ejemplo, que la proximidad a un gran mercado desarrollado es muy importante. Turquía y Europa del Este están cerca del antiguo núcleo europeo industrializado, México está adyacente a EE.UU., etc.
Sin embargo, China muestra que la geografía no define el destino: tiene mercados de exportación en todo el mundo. La lección es que es esencial mantener buenas relaciones diplomáticas con países con grandes mercados de consumo, lo que tiende a requerir también cierto nivel de reciprocidad. Irónicamente, el rápido crecimiento de China se ve amenazado por su guerra comercial con EE.UU., que probablemente es una reacción tardía a la subvaloración agresiva de China de su moneda en la década del 2000 y su robo y transferencia forzada de propiedad intelectual estadounidense.
Otra lección importante es que las exportaciones manufacturadas importan. Ninguno de estos países es principalmente exportador de recursos; todos se concentran en la fabricación de vehículos, computadores y dispositivos electrónicos, o ambos:
De los países recientemente industrializados, México ha tenido el crecimiento más lento, y un factor significativo es probablemente la dificultad de cambiar de una economía basada en el petróleo a una enfocada en la manufactura. Las exportaciones manufacturadas proporcionan no solo empleo masivo, sino una oportunidad para que los países aumenten su conocimiento tecnológico.
Cuando obligan a sus empresas a competir en los mercados mundiales, los países logran descubrir en qué son buenos y por ende fomentar mejoras en la productividad. Además, alejarse de las economías basadas en recursos ayuda a evitar la disfunción institucional que los economistas llaman la maldición de los recursos.
Indudablemente, hay muchas más lecciones que aprender de estos países, y países emergentes en desarrollo como Bangladesh, Indonesia, Etiopía y Tanzania harían bien en estudiar a Turquía, Malasia, Rumanía y México. Lo que muestran estas historias de éxito es que la industrialización no se limita a ninguna región, ni a países que alguna vez tuvieron grandes imperios coloniales. Con enfoque y persistencia, casi cualquier país puede lograrlo.