Jair Bolsonaro
Jair Bolsonaro

En el 2011, cuando Sebastián Piñera asistió a su primera reunión de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, el panorama para el millonario presidente chileno de derechas era de soledad. La mayoría de sus homólogos formaban parte de la "marea rosa" que cada vez tenía mayor influencia en la región.

Ahora encaja perfectamente en las cumbres presidenciales anuales, junto a líderes comercialmente orientados al frente de países como Argentina, Brasil, Colombia y más allá.

La similitud en los nuevos liderazgos de Sudamérica abre la posibilidad de cooperación sobre una serie de asuntos, siempre y cuando la política y las políticas internas no consuman a estos líderes.

Ya vemos acción en Venezuela, donde se desata actualmente la mayor crisis política y humanitaria en décadas. Los miembros del Grupo de Lima han reconocido a Juan Guaidó (excepto el gobierno izquierdista de México), presidente de la Asamblea Nacional, como presidente interino, y solicitado una transición hacia la democracia a través de nuevas elecciones.

El comercio es otra área que se presta para mucha cooperación. Durante décadas, Latinoamérica ha hecho poco por lograr su aspiración de integración regional. La promesa de Mercosur, el bloque comercial que agrupa a Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, se ha desviado del objetivo por exenciones y excepciones que han mantenido cuotas, aranceles y otros obstáculos.

La Alianza del Pacífico, más ambiciosa, ha hecho poco por cambiar la economía y los intercambios por tierra. Por el contrario, Latinoamérica se mantiene muy cerrada, y el comercio como porcentaje del PBI es muy inferior al de otros mercados emergentes.

Lo que podría ser aún peor, es que menos de 20 centavos por cada dólar de comercio internacional se van para el vecino, lo que da fe del relativo aislamiento de estos países frente a sus vecinos. Esto es costoso en términos de empleos y prosperidad: la pequeña porción que se comercia dentro de la región tiene que ver más con bienes de mayor valor como autopartes, artículos electrónicos y alimentos procesados, que con productos básicos enviados para alimentar la industrialización en otras partes.

El ascenso de ejecutivos que favorecen el libre comercio da espacio para una integración real. El entendimiento durante la primera reunión entre Jair Bolsonaro, de Brasil, y Mauricio Macri, de Argentina, es una buena señal para la revitalización de Mercosur.

Se iniciaría con la eliminación de cientos de tecnicismos que han asfixiado al grupo, y los líderes podrían ir más allá al presionar para llegar a un acuerdo con la UE (por fin) y continuar con el intento de combinar Mercosur con la Alianza del Pacífico.

Así se abarcaría el 90% del PBI de Latinoamérica y cerca de 500 millones de consumidores. Estos mercados más amplios y más libres estimularían los grupos regionales y las cadenas de suministro que hasta ahora han evitado a Latinoamérica.

La lucha contra la corrupción, que permitió que muchos ganaran las elecciones, también es un frente de convergencia: aunque los nefastos efectos de la corrupción hayan atravesado fronteras, las soluciones también pueden hacerlo.

Las investigaciones y acusaciones de las actividades malignas del gigante de la construcción Odebrecht SA, ya han fomentado vínculos judiciales. Si los líderes de hoy en día apoyan las revisiones de sus sistemas judiciales nacionales, podrían profundizar el desarrollo de este caso transfronterizo.

Por supuesto, las diferencias podrían dividirlos. Por ejemplo, pocos comparten la obsesión de Bolsonaro por el "marxismo" en los salones de clase. Pero el mayor reto será encontrar tiempo dado que todos los nuevos líderes se enfrentan a problemas domésticos abrumadores.

Bolsonaro y Macri deben aprobar reformas estructurales para controlar el gasto y dar más equilibrio a sus presupuestos. Iván Duque, presidente de Colombia, está al borde de un precipicio fiscal luego de una reforma tributaria diluida y es posible que su gabinete esté distraído con el ingreso de más de un millón de refugiados venezolanos.

Martín Vizcarra, de Perú, está atascado en un duelo a muerte político con la líder de la oposición, Keiko Fujimori, y su corrupta banca legislativa. Y aún así, aquí podría haber lecciones y cargas que se pueden compartir.Los nuevos líderes de Latinoamérica se enfrentan igualmente al reto de dar relevancia a la derecha política en el siglo 21.

Sus triunfos electorales se derivan principalmente de un rechazo popular de una izquierda abatida por infortunios de corrupción y economía. Sin embargo, para que ellos y sus partidos políticos ganen nuevamente, tendrán que alimentar un listado de logros y de soluciones pragmáticas, crear raíces organizacionales que han faltado y apoyarse en la ayuda y cooperación mutua.

Por Shannon O’Neil