Pero, junto a las polémicas, Djokovic ha mostrado grandes gestos e invierte tiempo y esfuerzo en su campaña de seducción: bromea con los espectadores, firma muchos autógrafos, no se cansa de posar para fotos con niños... (Foto: Reuters)
Pero, junto a las polémicas, Djokovic ha mostrado grandes gestos e invierte tiempo y esfuerzo en su campaña de seducción: bromea con los espectadores, firma muchos autógrafos, no se cansa de posar para fotos con niños... (Foto: Reuters)

Crecido entre los bombardeos de la OTAN en Serbia, Novak Djokovic es una máquina de ganar que puede erigirse en el tenista más grande de la historia. Pero tiene pendiente conquistar los corazones, por motivos diversos y no siempre evidentes.

El último revés se dio el jueves en Australia, adonde el tenista de 34 años había acudido con el reto de alcanzar el récord absoluto de 21 títulos de Grand Slam y romper el empate con otras dos leyendas de la raqueta, Roger Federer y Rafa Nadal.

Pero el sueño se desvaneció al aterrizar a Melbourne: las autoridades cancelaron su visado después de que el serbio, con una exención médica por parte de los organizadores del Open, no aclarara si se había vacunado contra el COVID-19.

La concesión de esta exención ya había causado una reacción de ira contra un jugador, nunca tan apreciado como Federer o Nadal.

Y eso que parece tenerlo todo para ser un ídolo de masas: afable, respetuoso, disponible, gracioso, patriota, buen padre de familia, inteligente, cultivado, políglota...

¿Es quizás porque es demasiado mecánico? ¿Demasiado previsible? ¿Demasiado defensivo? ¿Sobreactúa mucho quizás? ¿O puede que sea percibido como arrogante? Puede ser, simplemente, que sea demasiado fuerte para el resto.

Tampoco ayudan la debilidad del público por Federer ni la empatía por Nadal, los dos ‘enemigos íntimos’ de Djokovic en su carrera en el circuito ATP.

A un periodista que le preguntó cómo se tomaba ser considerado el “malo” (“bad guy”) en la persecución de Federer y Nadal, Djokovic respondió: “Yo no me considero el malo. Esa es su opinión”.

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Secretos y polémicas

Aunque a sus 34 años está en mejor forma que sus dos principales rivales, la mala reputación del serbio ha ido en aumento durante la pandemia, cuando se ha mostrado escéptico frente a la enfermedad y las vacunas.

Su decisión de organizar a mediados del 2020 un torneo en los Balcanes (Adria Tour) pudo nacer con la mejor de las intenciones, pero se convirtió en un foco de infecciones de COVID-19, incluidos él y su esposa Jelena.

Después expresó públicamente sus dudas sobre el programa de vacunación del COVID-19, ganándose el apoyo peyorativo de “Novax”.

Pero, junto a las polémicas, Djokovic ha mostrado grandes gestos e invierte tiempo y esfuerzo en su campaña de seducción: bromea con los espectadores, firma muchos autógrafos, no se cansa de posar para fotos con niños...

Además, habla inglés excelentemente, alemán, italiano y cada vez un mejor francés. En su primer título en Roland Garros dibujó un gran corazón con su raqueta sobre la tierra batida y en el 2020 regaló su raqueta de la victoria a un niño.

En la pista, es difícil discutir su grandeza, a pesar de un bajón de forma tras una cirugía de codo hace cuatro años que lo apartó incluso del top 20 del ránking ATP.

Pero ahora, el serbio ha conseguido 20 Grand Slams y un total de 86 títulos. Batió el récord de semanas en el número uno mundial de Pete Sampras y ostenta un balance de victorias a su favor tanto contra Nadal como contra Federer.

Y sigue en plena forma pese a su edad. ¿Su secreto? Un régimen sin gluten desde hace diez años, algo paradójico para el hijo de un pizzero, una cámara de oxígeno para la recuperación, un gurú para los aspectos mentales o visitas a una misteriosa “pirámide” en Bosnia (que en realidad es una colina natural).

Bombardeos sobre Belgrado

Con apenas siete años de edad ya afirmó a la televisión serbia que quería ser el número uno del mundo.

Detectado por la mentora Jelena Gencic, que también le inculcó conocimientos de música clásica o literatura, Djokovic se formó en el Partizán de Belgrado y después su familia hizo un enorme esfuerzo para enviarlo a Alemania.

Nacido en Belgrado en 1987, el joven Djokovic quedó muy marcado por la experiencia de la guerra de Kosovo, cuando él tenía apenas 12 años.

Para escapar a los bombardeos de la OTAN pasó dos meses y medio por la noche en refugios antiaéreos... y por el día en una pista de tenis, ya que la escuela normal estaba cerrada.

Muy patriota, aunque prefiere tener su residencia en Mónaco, Djokovic acostumbra a defender la imagen de Serbia y se preocupa por tender lazos con los países de la antigua Yugoslavia.

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