(Foto: Getty Images)
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“Todos trabajamos en digital, pero lo presencial es esencial. Este tipo de evento es mucho más rico aquí que a través de una pantalla”, sonríe Mikael Schachne mientras aspira la brisa que corre sobre un enorme yate amarrado en el puerto de Barcelona, donde se conversa sobre redes de telecomunicación.

A su alrededor, comparten este atardecer un centenar de directivos del mundo digital y de las telecomunicaciones, que saborean cócteles y canapés en un ambiente relajado, casi prepandémico. Desde el sábado pasado, en ya no es obligatorio llevar mascarilla en el exterior.

Este evento es uno de los pocos organizados al margen del salón de la telefonía móvil de Barcelona (MWC), que se cerrará este jueves tras cuatro jornadas en el Palacio de Congresos de la ciudad española.

Este salón ha sido uno de los primeros grandes eventos profesionales que se han celebrado de forma física desde el inicio de la pandemia de .

“Es el comienzo de una recuperación. Dado el contexto, es muy emocionante”, celebra Schachne, director de márketing del operador de telecomunicaciones belga Bics.

Evento clave del sector de las nuevas tecnologías, donde los grandes fabricantes de teléfonos inteligentes suelen presentar sus últimas innovaciones, la cita de es conocida también en tiempos normales por sus numerosas fiestas y oportunidades para hacer contactos.

Esos eventos suelen estar muy cotizados por los participantes, que pagan caro su tícket para el congreso y tratan de rentabilizarlo al máximo expandiendo su agenda.

Este año, sin embargo, el formato del congreso fue drásticamente recortado debido a la ausencia de numerosos grandes grupos, como el coreano , que no enviaron a sus empleados, preocupados por los riesgos de contagio de covid-19, pese a las estrictas medidas sanitarias.

‘No sé si volveremos’

Los participantes -que deben realizarse tests cada 48 horas y portar mascarillas FFP2 de protección reforzada- son este año mucho menos numerosos en este salón, que ocupa ahora solo tres pabellones frente a los ocho habituales.

Con 30,000 visitantes previstos -frente a los más de 100,000 del 2019-, los pasillos están muy lejos de registrar el ajetreo habitual.

Huan Xiao tiene el gesto serio, su estand está desierto. Dirige la filial francesa de un mayorista chino de accesorios para teléfonos inteligentes, TVCMall.

“Nuestro objetivo principal es encontrar nuevos clientes para promocionar nuestra marca. Si no hay resultados, no sé si volveremos el próximo año”, suspira, reconociendo sin embargo que ya “esperaba que fuera así”.

Con el planeta lejos de haber superado la crisis provocada por el coronavirus, todo el mundo sabía que esta edición sería “diferente. Pero debemos mostrar que podemos continuar haciendo negocios, y que los negocios se hacen mejor viéndose”, explica Mats Granryd, director general de la , la asociación mundial de operadores, que organiza el salón.

Para facilitar la interacción, los participantes pueden introducir sus intereses en una aplicación móvil específica, contactar con otras personas que los compartan y marcar citas físicas o a través de pantallas.

Pero, en la práctica, “la aplicación ha funcionado muy mal”, afirma entre risas Rebeca Pérez, jefa de Invertis, una start up inmobiliaria española.

Y en esta edición diseñada para minimizar el contacto físico, por razones sanitarias, “la gente no tiene credencial (alrededor del cuello), ¡es terrible!”, cuando “normalmente facilita mucho la conexión, ves si te interesa la persona”, lamenta.

Aunque no fue muy grave para ella: consiguió ampliar su red y, al final, le ha resultado “casi más aprovechado que otros años. La gente que estaba es la gente que quería”, celebra.

‘Ha valido la pena’

Las empresas han enviado generalmente equipos reducidos, pero eligieron desplazar con prioridad a quienes toman las decisiones.

“Había mucha menos gente, pero la calidad de las conversaciones estaba al nivel”, subraya Mikael Shachne.

A pesar de que los grandes pasillos “están un poco vacíos. Ha valido la pena”, asegura Barinderpal Singh Mumick, con la mirada feliz entre el turbante sikh y la mascarilla.

Este directivo de Dotgo, pequeña empresa estadounidense especializada en sistemas de mensajería móvil, tiene unas cuarenta citas de negocios en su agenda, la mitad de las que habría conseguido normalmente.

“Pero es mi primer viaje desde hace 18 meses y sienta muy bien. Ayuda para reactivar el negocio. Puedes firmar contratos virtualmente, pero físicamente es un poco más rápido”, sonríe.