Turquía
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El fin de semana dio a y a los mercados financieros mundiales un muy necesario respiro después de que la moneda del país experimentara una semana de intensa debilidad y vertiginosa volatilidad.

Pero también crea expectativas entre los operadores de una iniciativa política decisiva que, si demuestra no ser lo suficientemente impresionante, podría generar aún más caos en el mercado y, con ello, la posibilidad de mayores trastornos económicos y financieros.

Hay siete aspectos principales que los operadores, inversionistas, gobiernos y bancos centrales deberían tener en cuenta.

Nº 1. Más allá de las divisas
A pesar de que el enfoque en estos días está en cuánto se mueve la moneda, la situación de Turquía se extiende mucho más allá del mercado de divisas. Las monedas se exceden con bastante frecuencia, especialmente en economías emergentes, y no solo hacia abajo.

Estos movimientos violentos a menudo no son el factor que crea la agitación subyacente ni el resultado final. Se pueden interpretar mejor como un indicador altamente visible, y que también puede contener importantes señales a futuro.

Nº 2. Los desequilibrios han existido por un tiempo
Al estimular persistentemente su economía a través del crédito y, más recientemente, el presupuesto, Turquía ha acumulado déficits gemelos, es decir, desequilibrios tanto en el presupuesto del sector público como en la cuenta corriente de la balanza de pagos. Financiados a través de endeudamiento externo y entradas de capital, estos han ayudado a impulsar la inversión y el crecimiento. Pero el ingreso incremental generado ha sido insuficiente para frenar la carga de deuda.

Nº 3. El entorno externo se ha vuelto menos hospitalario
Aunque las necesidades de financiación siguen siendo considerables, Turquía ahora enfrenta un ambiente externo más desafiante; y esto no cambiará pronto. Como resultado, las entradas de capital se han vuelto menos abundantes y más caras.

Cuando se trata de liquidez global, el mundo está en medio de una transición de un período prolongado de condiciones financieras relajadas diseñadas por los bancos centrales. Algunas de las grandes inyecciones mensuales de fondos como consecuencia de los programas de compra de activos de los bancos centrales se han detenido (como en el caso de la Reserva Federal) o están disminuyendo (Banco Central Europeo).

El extremo corto de la curva de rendimiento de Estados Unidos ha aumentado ya que la Reserva Federal subió las tasas varias veces, política que es poco probable que abandone pronto con el continuo aumento de la inflación. Y con las políticas, el crecimiento y los diferenciales de tasas que favorecen a EE.UU., la probabilidad de un mayor fortalecimiento general del dólar es considerable.

Esto ha afectado técnicamente a las clases de activos más frágiles, especialmente los mercados emergentes, que han experimentado considerables salidas de capital. Los bonos denominados en moneda local y extranjera y, por lo tanto, las monedas y los diferenciales de riesgo, se han visto presionados.

Este entorno externo menos complaciente ha sido amplificado en el caso de Turquía por su disputa política con EE.UU. Con ello llegó el anuncio de una duplicación de los aranceles que EE.UU. aplica a los metales importados desde Turquía. Alcanzar algún tipo de resolución política se ha convertido en un paso importante en el corto plazo para reducir algunas de las presiones sobre el mercado de divisas de Turquía.

Nº 4. Los inversionistas tienen dudas sobre las respuestas políticas de Turquía
La situación del país se complica aún más por las preocupaciones sobre la gestión económica. En medio de una presión política significativa, existe poca confianza de que el banco central esté en condiciones de ofrecer medidas decisivas basadas en el mercado para estabilizar la moneda. Las preocupaciones sobre la intervención política han sido amplificadas por el nombramiento del yerno del presidente Recep Tayyip Erdogan a un cargo de coordinación y supervisión económica clave en el gabinete.

Nº 5. El país carece de anclajes externos creíbles
La respuesta convencional para los países que enfrentan condiciones de este tipo o similares es buscar uno o más anclajes externos a la espera del fortalecimiento de las políticas internas. Por lo general, esto implica un programa con el Fondo Monetario Internacional que proporcione tanto financiamiento como un sello de buena gestión para las políticas internas.

Eso es lo que hizo Argentina a principios de este año para contrarrestar el caos en sus propios mercados de divisas. Y el argumento de Turquía para obtener apoyo del FMI, en teoría, sería reforzado por las preocupaciones sobre un posible contagio.

Pero Turquía parece reacia a recurrir al FMI, y por razones comprensibles. En especial, dado que el apoyo de EE.UU. está lejos de estar garantizado en el directorio ejecutivo del fondo, es probable que la organización con sede en Washington exija ajustes de política significativos por parte de Ankara, incluyendo revertir muchas de las iniciativas clave del presidente Erdogan. Aquí hay otra dimensión política interna. Traer de vuelta al FMI podría ser visto como un regreso a los "viejos tiempos malos" de principios de la década del 2000 que, de hecho, abrieron el camino al presidente y su partido gobernante.

Sin embargo, sin el FMI, Turquía puede verse forzada a un mayor alejamiento de estas iniciativas. Con o sin el FMI, es probable que Turquía enfrente un período de recortes de gastos, precios más altos de los servicios públicos y mayores impuestos para reducir los déficits internos y externos.

No hay muchas alternativas al FMI. Es improbable que otros gobiernos e instituciones europeas ofrezcan nada que altere significativamente las necesidades de financiación de Turquía. Lo mismo ocurre con la mayoría de los países del Golfo. Es poco probable que China, aunque menos está agobiada por cuestiones políticas, se comprometa rápidamente en la escala necesaria. Y es poco probable que los lazos políticos más estrechos con Rusia, incluido un publicitado llamado el viernes entre los presidentes Erdogan y Vladimir Putin, tengan mucho resultado en términos de flujos de efectivo.

Nº 6. Salir de la tormenta es una opción, pero no una atractiva
Turquía podría dar un paso atrás y permitir que la moneda encuentre un piso por sí sola. La pregunta no es si esto finalmente sucederá –porque ocurrirá–, sino que a qué costo para la economía.

La fuerte depreciación que ha experimentado la moneda este año ha impulsado la inflación, agravado la deuda y los desajustes de la moneda, presionado a los bancos locales, socavado el crecimiento y empeorado las perspectivas de muchas empresas locales. Si este continúa, preparará el escenario para una recesión y una inflación abrumadora, junto con mayores bancarrotas e incumplimientos de deuda corporativa. El resultado también será de mayores demandas para que el gobierno apoye a los bancos locales y proteja los segmentos más vulnerables de la población.

Nº 7. Más comentarios sobre controles de capital y convertibilidad
No es una gran sorpresa que ahora haya más comentarios a nivel nacional sobre la posibilidad de que Turquía implemente controles de capital para limitar las salidas y contrarrestar la dolarización de la economía. Esto aumenta el incentivo para que el sector privado (tanto local como extranjero) acelere su desacoplamiento de la moneda local. Con ello viene una presión financiera y económica aún mayor.

La conclusión para Turquía no es agradable. Debido a la coincidencia de presiones internas y externas, las autoridades tienen un margen de maniobra limitado cuando se trata de la formulación de políticas y el financiamiento, especialmente si deciden continuar solos. Cada vez es menos probable que el gobierno pueda evitar alguna combinación de tasas de interés más altas, austeridad presupuestaria, recurrir al financiamiento del FMI y algunas formas de control de capital. De hecho, mientras más espere para ajustar las políticas a nivel nacional y comprometerse con el FMI, mayor es el riesgo de que todo esto ocurra.

Los inversionistas deben prepararse para una mayor volatilidad en la lira y los diferenciales de los bonos turcos, así como un mayor contagio técnico para otros mercados emergentes. Las repercusiones para el mundo avanzado –particularmente Europa– solo serán una consecuencia si las fuentes de contagio se propagan.

Por Mohamed A. El-Erian

Esta columna no necesariamente refleja la opinión de la junta editorial o de Bloomberg LP y sus dueños.

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