Brexit
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Casi inmediatamente después de salvaguardar su posición como líder del Partido Conservador el 12 de diciembre, la primera ministra británica, Theresa May, se dirigió a Bruselas para tratar de obtener concesiones de la antes de una segunda votación en el Parlamento sobre un acuerdo del Brexit.

Sus incansables esfuerzos son admirables. Pero si el éxito la elude en las próximas semanas, su postura de negociación será cada vez más costosa de mantener –económica, política y socialmente– y fortalecerá los argumentos para un giro determinado, aunque arriesgado.

La teoría del juego proporciona información importante sobre el enfoque de negociación actual de May y por qué una solución sigue siendo un desafío.

Incapaz de unir a su partido respecto del , la primera ministra ha pedido a la Comisión Europea que encuentre una concesión aceptable que proporcione un catalizador para un resultado cooperativo. Pero los funcionarios europeos no están convencidos de que May pueda imponer su voluntad en el país y se vuelven cada vez más vacilantes de hacer concesiones que, en efecto, significarían negociar contra ellos mismos.

Y las amenazas de una ruptura unilateral o de consecuencias extremas si no hay acuerdo son de poca ayuda para enfocar las mentes de ambos lados en este entorno cada vez más polarizado y poco cooperativo.

Es difícil imaginarse cómo esto podría resolverse en el corto plazo porque la solución implica un esquivo equilibrio entre un Brexit duro y el tipo de estatus de asociación que otros países han negociado con la UE.

Específicamente, Londres seguirá resistiéndose a una opción de retiro suave que mantendría el acceso preferencial al mercado, pero que dejaría fuera cualquier opinión del Reino Unido en las normas y procedimientos de la UE.

Bruselas se resistirá a un resultado que le permita a Gran Bretaña quedarse con el pan y con el pedazo por temor a establecer un precedente indeseable.

Sin embargo, la búsqueda de un camino intermedio sigue siendo el foco de la mayor parte de la discusión. Sin un cambio de política audaz por una o ambas partes, la tendencia será prolongar un punto muerto que se está convirtiendo en una guerra de desgaste, no solo entre la UE y el Reino Unido, sino que también dentro del sector político y la sociedad británica.

Esta situación de "no guerra, no paz" sirve para ganar tiempo en el corto plazo, pero conlleva costos y riesgos significativos:

  • Socava la capacidad de Europa para abordar las debilidades estructurales de larga data que corroen las perspectivas de un crecimiento mayor e inclusivo, tanto para las economías nacionales como para la arquitectura económica regional.
  • Desvía la atención y la energía de los responsables de política del diseño y la implementación de nuevas medidas necesarias para mejorar la productividad y el crecimiento en un momento de grandes cambios en la economía global, y en el impacto de las innovaciones tecnológicas.
  • Crea un entorno que permite que las fuerzas divisorias florezcan en medio de una mayor sensibilidad frente a los problemas de identidad, cultura y migración.

May tendrá que tomar una decisión política audaz para avanzar. Puede optar por un brexit duro, aceptando las inevitables perturbaciones a corto plazo a cambio de la promesa a largo plazo de operar en un entorno menos restringido y restrictivo.

O bien, podría reconsiderar el referéndum del 26 de julio a través de un proceso de tres pasos. Primero, acordar con Bruselas que este esfuerzo se realizará bajo el marco más general de una reforma de la UE a lo largo del tiempo.

En segundo lugar, realizar un segundo referéndum que sería precedido por debates exhaustivos y transparentes sobre el costo y los beneficios de las dos opciones. Tercero, y solo si gana la opción de permanecer en el bloque, tener la voluntad política y el coraje para llevar a cabo un proceso que inevitablemente será polémico y que tendrá una fuerte oposición de algunos sectores de la sociedad.

Muchos creen que la primera ministra ya ha recorrido mucho camino para llegar a un acuerdo como para optar por un brexit duro o un nuevo referéndum para permanecer en la UE. Pero si desea asegurar su legado y asegurar mejor el futuro económico de su país, puede que no tenga más remedio que girar hacia una de esas dos opciones. Yo sé cuál elegiría yo.

Por Mohamed A. El-Erian

Esta columna no necesariamente refleja la opinión de la junta editorial o de Bloomberg LP y sus dueños.