FOTO 13 | 13) En setiembre de ese mismo año, la Fiscalía lo acusa de ser el “comandante máximo” de la red Lava Jato. (Foto: Reuters)
FOTO 13 | 13) En setiembre de ese mismo año, la Fiscalía lo acusa de ser el “comandante máximo” de la red Lava Jato. (Foto: Reuters)

El escritor peruano y una vez candidato presidencial dividió en una oportunidad la izquierda política latinoamericana en dos amplias categorías. Estaban los carnívoros, por lo general dictadores, que pisoteaban las instituciones democráticas y las libertades, a la vez que se rebelaban contra los depredadores extranjeros. Luego estaban los izquierdistas vegetarianos, socialdemócratas de corazón que respetaban la democracia, las libertades individuales y una economía de mercado progresista. ¿A qué especie pertenece el presidente electo de México, ?

La respuesta, al parecer, depende del ecosistema. El domingo, seguro de su aplastante victoria, López Obrador, conocido como AMLO, se dirigió al histórico Zócalo de Ciudad de México para saludar a sus seguidores como un redentor. Luego, en otro discurso a los políticos y líderes empresariales, se moderó, prometió proteger la disciplina fiscal, respetar la autonomía del banco central y cumplir los acuerdos con las empresas en el país y el extranjero.

Calibrar el mensaje para que se ajuste a los distritos electorales opuestos es una honrosa tradición en América Latina. Pensemos en , el icónico ex líder brasileño que fue vencido en tres elecciones como un impetuoso izquierdista antes de virar fuertemente al centro, acercándose a los líderes empresariales y alcanzando la victoria con promesas de sobriedad fiscal.

López Obrador haría bien en estudiar el ejemplo brasileño, incluso por sus deficiencias. Después de sorprender a todos con su giro hacia la moderación el 2003, Lula perdió su toque. En lugar de aprovechar su capital político para promulgar reformas estructurales vitales, él y su derrochadora sucesora Dilma Rousseff despilfarraron el auge de las materias primas, encaminando a Brasil a la peor recesión de su historia y convirtiendo a la mayor petrolera de la región, Petrobras, en un comedero de compinches partidistas. Lula ahora están en la cárcel, la captura más importante en el mayor escándalo de corrupción política del continente.

¿Puede López Obrador evitar la caída y convertir el mandato más arrasador en la historia electoral reciente de México –incluida una mayoría legislativa– en ganancias sólidas para el segundo país más grande de la región y su economía más conectada a nivel mundial?Como Lula en un comienzo, por mucho tiempo ha sido solo una palabra de cuatro letras para el México corporativo. Después de todo, pasó décadas dando su apoyo a México primero y la intervención estatal.

Eso no significa que esté destinado a ser un carnívoro. Como la latinoamericanista del Occidental College Jennifer Piscopo le dijo a mi colega Jonathan Bernstein, López Obrador dirigió Ciudad de México como un pragmático, no un populista, y sus probables opciones para el gabinete son tecnócratas, no ideólogos.

Hay mucho que arreglar en México, pero también mucho que preservar. En una región donde el crecimiento ha sido errático, la economía mexicana se ha estado expandiendo de forma sostenida, aunque moderada, durante años. El desempleo (por debajo del 3,3 por ciento) está en un mínimo de 12 años, mientras que el comercio es robusto. "Esta no fue una elección sobre una crisis o sobre cambiar el paradigma económico", me dijo el analista de Goldman Sachs Alberto Ramos. "La principal tarea de López Obrador es no meter la pata".

A su favor, López Obrador ha hecho de la corrupción su prioridad, una pancarta bienvenida después de las artimañas del saliente Partido Revolucionario Institucional, o PRI, que ha gobernado escándalo tras escándalo.

Cómo López Obrador pretende hacer la limpieza es una pregunta abierta. A pesar de su oposición a la política como de costumbre, adquirió experiencia política en el PRI antes de fundar su propio partido, Morena, el 2014, y cuenta con muchos ex altos cargos del partido entre sus asesores más cercanos. A diferencia de Brasil, donde la policía y los fiscales sin miedo y un poder judicial independiente han impulsado la campaña contra la corrupción, en México los investigadores y los tribunales muy a menudo ha sido parte del problema.

Luego están los instintos del caudillo. En la tradición populista, López Obrador prefiere los referéndums a pasar por las instituciones engorrosas, como la corte suprema. Tiene una hostilidad de político de la vieja escuela hacia los grupos de la sociedad civil, que han sido cada vez más prominentes en la política latinoamericana y son la timonera de la campaña anticorrupción de México. Para no solo frenar, sino que erradicar la corrupción, como lo prometió, tendrá que fortalecer las debilitadas instituciones de México, difícilmente una herramienta de preferencia de los caudillos de América Latina.

Una gran duda es qué ocurrirá con la política energética de México, una de las historias de cambio más grandes de América Latina. López Obrador ha prometido revisar contratos en busca de posibles sobornos – una medida posiblemente loable–, pero también favorecer a las empresas nacionales y reevaluar las concesiones a las compañías perforadoras y proveedores privados.

Eso podría ser un error. Puede que no nadie extrañe al presidente saliente, Enrique Peña Nieto, pero si hay algo que hizo bien fue la reforma energética. En 2013, con la producción de petróleo en disminución, presionó a los legisladores para promulgar una reforma energética radical que eliminó el proteccionismo y abrió el sector a los perforadores privados. La inversión extranjera revivió la industria petrolera mexicana incluso cuando Argentina, Brasil, Ecuador y Venezuela verían como languidecían sus industrias debido a un costoso espasmo de renovado nacionalismo de los recursos.

Afortunadamente para México, las reformas se redactaron en la constitución nacional, por lo que serán difíciles de revocar, como señaló el analista de energía Francisco Monaldi.

Los riesgos aún se ciernen sobre México, sobre todo si se profundizan las disputas comerciarles entre EE.UU., China y Europa. Esos problemas pueden estar más allá del alcance de López Obrador, pero le dejan incluso menos margen para el error, menos para la aventura populista.

"Puedes ser un poco responsable fiscalmente pero aún así crear distorsiones microeconómicas al sobrerregular e intentar manejar el mercado", dijo Ramos. "Mira lo que le sucedió a Brasil bajo Rousseff".

La histórica elección le ha dado a México un líder carismático con un mandato abrumador para luchar contra la corrupción y la injusticia. Hacer todo eso y mantener la segunda mayor economía de América Latina en buen camino sería difícil para cualquier presidente entrante. Es por eso que lo que México necesita ahora es un omnívoro.

Por Mac Margolis

Esta columna no necesariamente refleja la opinión de la junta editorial o de Bloomberg LP y sus dueños.