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Desde los aranceles al acero en los tiempos de Bush hasta la "guerra de los sujetadores" de la Unión Europea con China, los conflictos comerciales a menudo han sido una amenaza pero nunca han escalado y los impuestos aduaneros al acero y aluminio que planea el presidente estadounidense probablemente acabarán igual.

Los aranceles al acero fueron declarados ilegales por la Organización Mundial del Comercio (OMC) en el 2003 y el conflicto del 2005 por las exportaciones de sujetadores chinos -calificado por la prensa británica como "la tormenta copa D"- se resolvió en conversaciones de emergencia entre Bruselas y Pekín.

Ese es el patrón que podría repetirse, dijeron economistas.

Si bien ha hablado en duros términos sobre el comercio desde que asumió el cargo en enero del 2017, tiene muy poco que mostrar hasta ahora más allá de su retórica agresiva.

En su primer día en el cargo abandonó un pacto comercial de 14 países del Pacífico que no tenía ninguna posibilidad de ser aprobado por el Congreso, y seis meses de conversaciones para volver a redactar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) hasta ahora han quedado en nada.

Eso deja solamente los aranceles al acero y el aluminio, las cuotas a las lavadoras y los impuestos a los paneles solares: sectores pequeños de la economía de Estados Unidos y de su comercio.

El banco de inversión Morgan Stanley calcula que el acero, el aluminio, las lavadoras y los paneles solares representan en conjunto solo el 4.1% de las importaciones de Estados Unidos y 0.6% del comercio mundial, dijo el banco.

El propio ha pasado de decir que "las guerras comerciales son buenas y fáciles de ganar" el viernes a decir el lunes que "no creo que vaya a haber una guerra comercial".

Las perspectivas de una guerra comercial mundial afectaron duramente a los mercados financieros la semana pasada, pero el lunes las bolsas ya habían recuperado su equilibrio.

"No creemos que el escenario más grave, de un arranque proteccionista, sea el más probable", dijeron en una nota los estrategas de Morgan Stanley Michael Zezas y Meredith Pickett.

Hasta ahora, la reacción ha sido moderada. La Unión Europea dijo que una respuesta apuntaría a productos políticamente sensibles, entre ellos, las motocicletas Harley Davidson fabricadas en Wisconsin, el estado del presidente de la Cámara de Representantes, el republicano Paul Ryan.

Canadá y México, que estarían entre los países más afectados por los aranceles que propone Trump, han dicho que responderán si es necesario.

Dentro de la Casa Blanca, parecía haber espacio para modificar las propuestas, a pesar de las duras palabras de Trump.

"Lo único que está muy claro en esto es que no hay una redacción, no hay un redacción final. No hay un plan final", dijo uno asesor externo de Trump, que habló bajo condición de anonimato y dijo que era improbable que se tomara una medida formal esta semana.

"Está lejos de estar resuelto, está lejos de haber terminado".

China es el objetivo
Si bien China representa una pequeña proporción de las importaciones de acero estadounidenses se le considera como el objetivo de los aranceles. La expansión industrial de China y de India ha generado una enorme sobrecapacidad, que ha perjudicado los márgenes en Estados Unidos y Europa.

Durante el gobierno del expresidente demócrata Barack Obama se tomaron medidas con otros socios para tratar de frenar las importaciones que bajaban los precios injustamente.

El enorme superávit comercial de China con Estados Unidos es lo que provoca la mayor molestia en el Gobierno Trump. China tuvo un superávit comercial récord de US$ 375,200 millones con Estados Unidos en el 2017, y el déficit comercial general de Estados Unidos aumentó 12% a US$ 566,000 millones.

El solo hecho de que los aranceles propuestos al acero y el aluminio puedan imponerse a nivel mundial, en lugar de dirigirse específicamente a un país, significa que la respuesta en todo el mundo probablemente sea difusa.

Por el contrario, medidas dirigidas directamente a China podrían tener un impacto más perjudicial, específicamente una investigación sobre el robo de propiedad intelectual.

Trump amenazó a China con una multa en dólares en "cifras que ni siquiera se han pensado" por el tema en una entrevista con Reuters a principios de este año, pero los parámetros de la investigación no han sido revelados y no se ha establecido una fecha para una decisión.

La industria estadounidense acusa de pérdidas por valor de cientos de miles de millones de dólares por ideas robadas y verse obligada a entregar propiedad intelectual como un costo para poder hacer negocios en China.

"Separar a China de la multitud que se ve afectada por las políticas comerciales actuales podría considerarse en la práctica como una escalada", dijeron Zezas y Pickett.