Brasil
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Como ocurre en muchas democracias, la tradición política en Brasil sostiene que todos los gobiernos anteriores deben ser vilipendiados, pero el presidente debe resistir la tentación de desviarse demasiado en esa dirección. Si mueve bien sus piezas, podría usar su ímpetu populista para reactivar un repunte estancado profundizando reformas que ya estaban en marcha.

A juzgar por sus primeros días de gobierno, Bolsonaro se encamina a ser el disruptor en jefe de América Latina. Su jefe de Gabinete, , despidió a 36 funcionarios designados en administraciones anteriores, una muestra de la limpieza ideológica que se aproxima en Brasilia. El canciller Ernesto Araújo prometió "liberar la política externa" mediante la reducción del "globalismo".

Es probable que el emblemático Ministerio del Trabajo, el derecho de la agencia de protección indígena a demarcar áreas nativas, la protección explícita de los derechos humanos de las minorías sexuales y el estricto control de armas del país queden en el pasado.

Nada de eso sorprende. Bolsonaro, abiertamente ultraderechista, recibió el apoyo de los conservadores culturales y la gran masa de evangélicos protestantes del país.

No obstante, será más difícil apaciguar a los evangélicos fiscales. El ministro de Economía, , entendió el mensaje. "Brasil ha sido corrompido por el gasto excesivo", declaró tras su asumir el cargo el miércoles.

Se comprometió a frenar la burocracia, destrabar el comercio, simplificar el sistema tributario y privatizar empresas públicas. De modo alentador, señaló que la reforma del mecanismo de seguridad social es la más urgente, no solo por las pérdidas generadas por las pensiones indulgentes del país. "La seguridad social es una fábrica de desigualdad", afirmó Guedes.

Modernizar el sistema, indicó, aseguraría una década de crecimiento económico, una referencia reveladora en un país que va rumbo a otra década perdida, la tercera desde 1980.

Todo esto fue samba para los oídos de los inversionistas, muchos de los cuales se han preguntado cómo es que un veterano legislador como Bolsonaro, con debilidad por el gran estatismo, podría convertirse en el mejor amigo del mercado.

De hecho abundan las dudas sobre los detalles del nuevo plan de pensiones, para el cual Guedes, partidario del libre mercado, receta una reforma más amplia que su jefe. Los líderes políticos mundiales y los mandarines financieros estarán ansiosos por saber la manera en que Bolsonaro pretende resolver este y otros puntos importantes de sus planes para crear un "nuevo Brasil" durante el Foro Económico Mundial, a celebrarse este mes en Davos.

"Las pensiones son el problema que todos ignoran", me comentó Alberto Ramos de Goldman Sachs.

De todas formas, el real brasileño se disparó y el índice bursátil Bovespa anotó una cifra récord por el discurso de investidura.Sin embargo, lograr que ese ambiente favorable al mercado sea duradero será más complicado. Para suerte de Bolsonaro, los ejemplos de qué hacer y qué evitar están a la mano.

De partida está la historia complicada de su antecesor, Michel Temer. Por su papel en la destitución de Dilma Rousseff en 2016 y sus compinches con problemas de ética, Temer abandonó la jefatura de Estado siendo uno de los líderes brasileños menos aclamados, más conocido por no poder sacar adelante la reforma previsional.

Así y todo, su capacidad para generar acuerdos políticos y su equipo de economistas top lograron la aprobación de reformar importantes más allá de su impopularidad (poner límite al gasto público, modernizar el código laboral) y cambios en materia de políticas (rescatar a la petrolera estatal Petrobras), lo cual puso freno a una debacle económica histórica.

Bolsonaro heredó una buena base, pero para construir sobre ella debe abandonar el numerito antipolíticos de su campaña, inspirarse en Temer y forjar una coalición de gobierno estable a partir de los que el cientista político local Sergio Abranches llama "la legislatura más fragmentada en la historia democrática de Brasil".

Considere que el Partido Social Liberal de Bolsonaro es el segundo mayor del país, pero controla menos del 10 por ciento de los escaños del Congreso.

"El gobierno requiere habilidad política", indicó Ramos. "Bolsonaro tiene algo de tiempo para mostrar sus habilidades políticas, aunque no está claro cuánto". Una señal alentadora: el partido del presidente aceptó el regreso de Rodrigo Maia, del partido de centroderecha Demócratas, a su importante cargo de presidente de la Cámara Baja brasileña.

Bolsonaro admitió también el jueves que podría basarse en la reforma previsional que Temer preparó pero terminó desechando en medio de cargos por corrupción a fines del año pasado, un atajo que podría ahorrar al gobierno meses de regateo legislativo.

Lo que está claro es el precio de ignorar el Congreso, apoyar medidas a medias o llevar adelante reformas con poco respaldo popular como la de pensiones, lo cual puede desatar la furia ciudadana.

Se debe considerar el ejemplo de Argentina, en donde el presidente Mauricio Macri asumió el cargo en el 2015 en medio de un clima de descontento por la corrupción y el estancamiento de la economía, restauró la situación crediticia del país y poco a poco sacó adelante reformas fiscales loables.

El proceso fue demasiado gradual para los inversionistas, cuyas apuestas en contra del paso dispararon la inflación, hundieron el crecimiento y llevaron al país a solicitar un rescate del infame Fondo Monetario Internacional, y los argentinos lo consideraron demasiado brusco, por lo cual transformaron las protestas sobre la reforma a las pensiones en un gran incendio político que podría costarle a Macri la reelección.

Bolsonaro tiene la oportunidad de conocer más sobre el tema durante este mes cuando Macri lo visite en Brasilia.