Directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, y el ministro de Economía de Argentina, Martin Guzman, en una conferencia en el Vaticano. Feb 5, 2020. (Foto: REUTERS/Remo Casilli)
Directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, y el ministro de Economía de Argentina, Martin Guzman, en una conferencia en el Vaticano. Feb 5, 2020. (Foto: REUTERS/Remo Casilli)

La luna de miel de con el Fondo Monetario Internacional () está a punto de ser puesta a prueba, mientras el país busca actualizar un acuerdo de US$ 57,000 millones alcanzado hace dos años que no pudo evitar una recesión y el noveno incumplimiento soberano.

El FMI, a menudo blanco de airadas protestas en las calles de Buenos Aires, ha buscado suavizar su tono con mientras el Gobierno peronista de centroizquierda ha reestructurado más de US$ 100,000 millones con acreedores privados este año.

Ahora es el dinero del FMI el que está sobre la mesa. Argentina busca diferir unos US$ 45,000 millones en pagos en los próximos años, ya que se dirige a una contracción económica de 12% en el 2020 y lucha contra una crisis monetaria con controles de capital recientemente actualizados.

“Será mucho más difícil con el FMI. Querrán asegurarse de que serán priorizados y no incumplidos”, dijo Damien Buchet, administrador de fondos de mercados emergentes de Finisterre Capital. “El FMI querrá garantías mucho más serias en términos de sostenibilidad de la deuda y capacidad de pago que los tenedores de bonos”.

Los funcionarios argentinos dicen que solo quieren refinanciar los US$ 45,000 millones que ya recibieron bajo el programa del 2018. Pero el ministro de Economía, Martín Guzmán, ha dicho que quiere evitar los reembolsos al FMI hasta el 2024, una exigencia difícil.

“El FMI apoyó erróneamente a Argentina en sus enconadas negociaciones con los inversores para cerrar un trato sin un plan económico coherente”, dijo Ted Pincus, director gerente de Mangart Capital Advisors. “Las nuevas medidas cambiarias que introdujo harán que un acuerdo sea más difícil”.

Con el país en las garras de la pandemia, la austeridad podría representar una gran amenaza para el presidente Alberto Fernández antes de las elecciones de mitad de período del 2021, a medida que aumenta la pobreza y las pequeñas empresas se hunden. Muchos todavía consideran que el FMI desencadenó la última gran crisis del país en 2001-2002, cuando un default y la devaluación de la moneda empujaron a millones de argentinos a la pobreza.

“No creo que (Argentina) pueda darse el lujo de verse como si recibiera órdenes del FMI”, dijo Eric Baurmeister, gerente senior de cartera y jefe del equipo de Deuda de Mercados Emergentes de Morgan Stanley Investment Management. “Lo que sucede a puertas cerradas puede ser una historia diferente”.

¿Décimo incumplimiento?

Julie Kozack, subdirectora del departamento del Hemisferio Occidental del FMI, dijo que el organismo inicialmente buscaba resolver las prioridades de Argentina y los planes del Gobierno para fortalecer la estabilidad macroeconómica, impulsar el crecimiento y la creación de empleo, y reducir la pobreza y el desempleo.

No dio más detalles, pero muchos sienten que la situación de la economía de Argentina será más difícil de revertir de lo esperado, con las reservas extranjeras disminuyendo y los controles de capital para detener la caída perjudicando a las empresas.

“El Gobierno dijo que nunca tocaría y probablemente el FMI insista en la legislación laboral y la previsional”, dijo Claudio Loser, exdirector del FMI para el hemisferio occidental, quien agregó que espera que las partes lleguen con opiniones diferentes.

“El Gobierno va a decir que no puede hacer nada. El Fondo, me imagino, dirá que ahora hay que entender que Argentina está con una crisis horrible debido a la combinación del COVID y el problema de la deuda. Después dirá que tienen que poner las cosas en orden para no tener problemas de nuevo en dos años. Ahí va a estar la parte central de la negociación”, señaló.

El proyecto de ley de presupuesto 2021 del Gobierno, presentado al Congreso esta semana, incluye proyecciones ambiciosas de un crecimiento de 5.5% y un déficit fiscal primario de 4.5% del PBI, que se financiará en parte con transferencias del banco central.

“Fernández tiene que encontrar un difícil equilibrio entre una postura dura en las negociaciones para complacer a sus votantes y convencer al FMI de que su administración puede llegar lo suficientemente lejos con las reformas”, dijo Fabiana Fedeli, directora de mercados emergentes de Robeco.

“Desafortunadamente, todavía no hemos visto señales de que Argentina esté dispuesta y sea capaz de tomar las difíciles medidas necesarias para respaldar la estabilidad macroeconómica. A menos que se emprendan reformas duraderas, es posible un décimo incumplimiento”, acotó.

Fernández, votado con un mandato anti-austeridad a fines del año pasado, ha ganado algo de capital político sellando acuerdos de reestructuración con Wall Street y haciendo que el FMI esté más de acuerdo.

En febrero, la directora del FMI, Kristalina Georgieva, y Guzmán se sentaron sonriendo uno al lado del otro mientras el Papa Francisco hablaba en una conferencia en el Vaticano.

El FMI prácticamente ha acordado un programa de acceso excepcional de US$ 6,500 millones con Ecuador, mucho más generoso y con menos condiciones de las esperadas, lo que algunos dicen que podría ser un buen augurio para Argentina.

Más importante, quizás, es que al FMI le vendría bien un acuerdo positivo después de las críticas sobre el tamaño y la velocidad del programa del 2018 y las prácticas pasadas en Argentina, incluso de Fernández, quien culpa a la administración anterior por dejar al país cargado de deudas.

“No es el mismo FMI que en el 2001. Se ha aprendido mucho desde entonces. Ahora es más flexible respecto a algunas políticas heterodoxas”, dijo Gabriel Zelpo, director de la consultora financiera Seido, con sede en Buenos Aires. “Pero sigue siendo el FMI”.